Cenotafio

Me pregunto qué clase de loco cree el guardían del cementerio que soy. Con su lentitud desesperante y su retahíla de preguntas acerca de mi salud, busca las llaves que abren la reja que lleva a las tumbas. Supongo que si no fuera el primero en llegar los sábados, me evitaría ese ritual.

Algunas personas hacen yoga, otras meditación trascendental o deporte.

Yo visito mi tumba aún vacía.

Hoy, como casi siempre, luce descuidada y llena de hierba. No he venido a limpiar, sino a vigilar la cuscuta, esa maldita maleza rosada parasitaria que resiste cualquier fumigación.

Esa maleza son mis miedos, que he sabido enterrar ahí, y que renacen de cuando en vez, de uno en uno y de lunes a domingo. Cada semana vuelvo a asegurarme que siguen confinados ahí: soy un hombre rico y feliz, pero paranoico.

«El loco de la tumba vacía», diría el guardián del cementerio.

«El guardián del cenotafio de los fracasos», diría yo.