Empatía

Desde que el número de muertos superó al de los vivos apenas un milenio atrás, la ira que emanaba del infierno empezó a crecer sin control. Dos arcángeles extenuados después del turno de la noche, miraban la masa exasperada desde el cielo.

-¿Hemos rechazado a ochenta mil millones de humanos desde la creación?- preguntó el aprendiz mientras acariciaba su cabeza para relajarse.

-«Serán pocos los escogidos», fue escrito, y aquí están las consecuencias.- dijo el otro arcángel mientras tomaba otra bocanada de cigarrillo-. Muchas reglas, mucha confusión. Si mañana no llegan a un acuerdo, esta especie se echó a perder.

Al día siguiente subiría el ángel a quien se le había encomendado cuidar el averno. El diagnóstico que daría cuando Dios lo llamara a cuentas iba a ser el mismo. Resulta que para dar paso al arrepentimiento, el humano debía seguir siendo humano, aún en el abismo. Ahora, después de sufrir tanto tiempo juntos, eran magma de empática ira retroalimentada por cada nueva historia que llegaba, una masa rebelde aún esperanzada que abrazaba a cada recién llegado en todas las formas, literal y figurativamente; en la dificultad, el espíritu humano tendía a la fusión. Había que darles una salida.

-¿Qué crees que venga a proponer?

-Que eliminemos la palabra «eternidad» de las escrituras.- contestó mientras apagaba la colilla- Pero sin ella, no habrá nada que pueda asustarlos.