Super héroes

“Ven, Matilde, sostén mi bastón, ya te ayudo. Ya, ya casi. Ay, mi cadera, mi cadera. Ya… puff. Déjame tomo un respiro. Antes podía escalar un muro así de pequeño sin tanto esfuerzo. Listo, ya te abrí. Ahora, agarra rápido cualquier cosa.”

“Joaquín, ¿trajiste las tenazas para romper chapas?”

El anciano lo negó con la cabeza, pero pensó rápido y rompió un vidrio de la casa, activando inmediatamente todas las alarmas.

El cielo se abrió alrededor de la luna con una potente corriente de aire; una luz intensa se sintió desde las alturas, mientras un hombre con capa, que se veía venir a una velocidad supernatural desaceleró y se posó suavemente en el césped. Con voz varonil, pero con un dejo de desesperada ternura, dijo…

“Por Dios, Abue, ¿qué habíamos hablado de entrar a robar a las casas ajenas?”.

“Es la única forma de que venga a vernos, mijo, no se enoje. Venga, aquí trajimos unas galletas y le cosí los calcetines que tanto le gustan. Vamos Joaquín, tome el bastón y apúrese que ya viene la policía. Chao mijito”.