Uma tristeza

Tengo una tristeza que ya logró alojarse en mi pecho. Empezó en mi cabeza, se abrió camino por la espina dorsal, el plexo braquial y usó sus filudas garras para aferrarse a mi corazón. Ahí lleva varios días.

En la mañana se aloja en la aurícula izquierda. Le gusta la madrugada, cuando se alimenta de recuerdos y resaca, y se despliega y ensancha y oprime y se ensaña.

A través del día vaga por las demás cavidades, siempre haciéndose notar. Si necesito concentración me envía un recuerdo con una leve opresión. Si río más de la cuenta, me implanta una imagen mental acompañada de un arañazo a la pared ventricular. Es muy celosa con la felicidad.

Quiere fundirse en sangre y plasma, y me deja claro que quiere latir conmigo por mucho tiempo.

Algún día mi tristeza se enterará de que la tarde me redime, y que será besada por la serenidad. Ese día deberá volver a subir a mi cerebro para diluirse y convertirse en un pequeño recuerdo.

Sé que le dolerá, pero así deben ser las cosas: lo que nace del dolor, debe morir en el olvido.

Pobre da minha tristeza.