2050

Siguiendo las recomendaciones de Piketty (aunque unas cuantas décadas tarde), el país decidió implementar un impuesto del noventa por ciento a la herencia (“un tributo confiscatorio a favor del estado”, decían las voces oligarcas en protesta).

Recobrando el pilar fundamental del capitalismo, según el cual este es el sistema económico en donde se premia el “merecer” más que el “tener”, se eliminaron todos los tributos a la transaccionalidad (porque una transacción supone un traspaso de mérito) y se aumentaron fuertemente los gravámenes que se aplicaban la posesión (el “tener”): el impuesto al patrimonio y la herencia fueron los más emblemáticos.

Lo que no se les ocurrió a los genios filósofos es que esto se diera justo en el momento en que el ser humano descubrió cómo auto-replicarse.

Ahora, los ricos pagaban fuertes sumas de dinero para replicarse genéticamente, así que técnicamente no morían, y por tanto no heredaban a nadie y no debían pagar ningún impuesto al estado.

Así, seguirán siendo ricos, por el tiempo que les dé la gana.

Piketty se revolcaría en su tumba, si no fuera porque aún vive en un avatar, con las regalías de sus libros intactas y lejos del impuesto a la herencia.