Dudar, quizás

Debe ser una cuestión de personalidad, pero me siento más cómodo en la duda que en la certeza.

Es que siento que dudar es la única forma de cambiar las cosas. Tanto en lo político (ya me han visto dando lora en redes sociales acá) como en mi trabajo y lo personal.

No me siento bien diciendo «mi empresa es la mejor del país» porque puede que no lo sea (aunque, ejem, las cifras lo demuestran).

Es la que más quiero, sí, pero me siento mejor pensando «si no es la mejor… ¿qué puedo hacer para que lo sea?».

El creer que las cosas pueden mejorar no es ingenuidad, sino consecuencia directa de esa tendencia a dudar. Dudar no me ha vuelto pesimista, sino optimista. Por eso creo en que mi empresa crecerá porque dudo de las tendencias macroeconómicas, que mis hijas serán mejores a pesar del reguetón y la superficialidad de su entorno, que mis amigos con problemas tendrán una revelación y serán tetramillonarios y felices en un dos por tres.

Dudo de la inevitabilidad de la fatalidad.

Eso, amigos míos, es lo único que se me ocurre que pueda explicar tanta majadería mía defendiendo causas perdidas.