8 Nov 2017
Seguimos a quien más se queja, no a quien plantea soluciones
Quienes nos están liderando actualmente son los que saben quejarse más duro, no quienes tienen las soluciones. Esto, aunque es una constante histórica, en una época de redes sociales en donde las hormigas tienen megáfonos, es peligroso: seguimos a los twitteros más polémicos, pensamos como los columnistas más cáusticos y elegimos a los políticos que más insultan. El liderazgo de la queja es un problema más grande dada la complejidad creciente a la que nos enfrentamos, en donde las soluciones son de una escala que solo pueden bien administradas por especialistas. Justo lo que no estamos haciendo.
Hay una escena en «Volcano» (1997, con Tommy Lee Jones) en donde la doctora Amy Barnes, geóloga experta, salva a un montón de personas asustadas en una calle de Los Angeles (aquí está la escena en el mejor formato que pude conseguir). Hay bolas de magma saliendo disparadas de la tierra y aterrizando en los transeúntes después de volar varios segundos por los cielos. Cuando una explosión anunciaba una bola de fuego de estas, las personas salían corriendo despavoridas. Y aquí entra una líder de verdad: tan pronto suena una de esas explosiones, grita a todos que se queden quietos, que observen la trayectoria de la roca hirviente y que solo cuando sepan a dónde caerá, correr. Tenía el conocimiento, supo cuándo aplicarlo y salvó vidas.
El liderazgo que la conectividad forja fundamenta su valor más en el presagio que en la acción
Por ello, no es raro que cuando un quejoso profesional adquiera poder, no sepa qué hacer con él. No es suficiente con saber que la roca hirviente caerá: es importante advertir dónde y qué hacer.
Protestar y detectar anomalías en los sistemas es uno de los ingredientes del puré que hace líder a un líder, sumado a la capacidad de conectar, distribuir la información e inspirar. Pero como vivir quince años en una cueva no hace geólogo a nadie, las redes que hemos construido privilegian a quien dice serlo y tiene la capacidad de verbalizar molestias:los aparatos de difusión digital privilegian a quien sabe comunicar, no a quien tiene la razón, lo que puede resultar siendo tan dañino como las causas que generaron la indignación que le dio génesis.
Es un liderazgo patógeno: una vez se instala en un huésped, lo daña
Cuando el seguidor empieza a pensar que su problema son los demás, que es el entorno el que está en deuda con él y que la protesta en sí misma es movimiento, no un considerando de la acción, el mérito del descubrimiento de las causas se pierde. Quien detenta esta jefatura termina consumido por la indignación de quienes le siguieron, confirmando la paradoja de la serpiente que se alimenta por semanas de su misma cola, en tanto que crea nuevas reglas en el camino y cimenta su liderazgo en más molestias que su empática personalidad le permitirá prever y acaudillar, como un nuevo Moisés, el mismo que en el Éxodo de la Biblia lidera al pueblo hebreo durante 40 años para llevarlo desde Egipto a la Tierra Prometida, camino que Google Maps dice que se hace en menos de una semana a pié. Las escrituras abrahámicas anuncian así el advenimiento de un liderazgo que vuelve más lento el progreso.
Entonces, ¿a quién seguir?
Para no caer en el contrasentido de quejarnos de quienes se quejan, es importante retomar la posta de quienes hacen.
Revisar con espíritu crítico nuestra inclinación a seguir a este tipo de dirigentes, y analizar, si vamos a decidir seguir a alguien, si cuentan con características mínimas como un inventario de logros, pasión por conectar gente, ganas de elevar el nivel de la conversación, y capacidad de transmitir entusiasmo por la curiosidad y las buenas ideas. En general, una mezcla decente de los rasgos del temperamento hipocrático (algo de colérico, más de flemático, mucho de sanguíneo y necesariamente una pizca de melancólico).
Parece mucho pero no lo es. Lo anterior no es más que la exaltación del espíritu humano, no un decálogo para la perfección, algo que podemos y debemos pedir de quienes decidimos depositar la confianza de nuestro juicio. Como quien logra despegar su mano de una superficie con goma, despegarnos del adhesivo social que viene con la queja genera una inercia hacia arriba, así como despegarnos de un liderazgo pernicioso nos hará más rápido el progreso.
Gritar la salida de lava hirviente de la tierra no es suficiente: hay que indicar el camino. Es lo mínimo que debemos esperar.
11 Nov 2017
Lapérouse III – Zoológico de Gente
«Querido hijo…
No imaginas cuánto te extraño, pero lo feliz que me hace saber que estás lejos de este lugar. Tengo hambre, y ahora que llega el otoño, me preparo para tener mucho frío.
Mis heridas no han sanado a pesar de las curaciones de barro y sal que me hace mi compañera de celda. No sabe francés, lo cual hace un poco difícil la comunicación, pero ya hemos logrado hacer nuestra parte de la función sin que se note.
El Conde abre todas las mañanas el zoológico de gente, y disciplinadamente hacemos nuestro papel: vestidas como nativas africanas, bailamos y danzamos dentro de nuestra jaula para hacer las delicias del público.
Tengo hambre.
Ayer, en medio de una de las danzas, perdí una parte del atuendo y un niño gritó horrorizado al ver las heridas putrefactas en mis piernas. El castigo fue dejarme sin comida, quién sabe hasta cuando.
Mi hijo amado, mi Aibu, mi pequeño gigante: cómo te extraño.
Recibí tu nota, y te contesto: no te quedan dos, sino tres. El Conde mencionó a otro involucrado en el complot contra el rey. Tengo su nombre grabado, y sé que es el tercero.
Tengo hambre, me duelen mis heridas, y no sé si estaré para cuando llegues, pero solo saber que estás vivo y consumando el plan me hace tener ganas de vivir. »
Todo esto quería decirle Kubakwa en su carta de respuesta, pero como no sabía escribir ni su compañera de celda sabía suficiente francés, lo único que le pudo responder fue:
«Vuelve vivo.»
Nota: este cuento es una secuela de otros anteriores sobre el Conde de Lapérouse.