22 Abr 2025
Navajas
La heurística empresarial (solucionar cosas por tanteo y usando métodos no formales) necesita de muchas herramientas.
Algunas de las que me han sido más útiles…
La navaja de Ockham, por ejemplo, que nos advierte que entre dos explicaciones al mismo fenómeno, usualmente la más simple es la correcta.
La navaja de Hanlon que recuerda no atribuir a la malicia lo que se explica adecuadamente por la estupidez.
La Navaja de Hitchens, «lo que se afirma sin pruebas se puede desestimar sin pruebas».
El Martillo de Maslow (o Martillo de Oro): «todo parece un clavo para los que solo tienen un martillo».
La Bicicleta de Parkinson (o principio de la trivialidad) que establece que «la cantidad de tiempo que se dedica a un asunto es inversamente proporcional a su importancia».
En las salsas de reuniones no siempre hay tiempo de invocar a Platón o a Aristóteles.
La velocidad en las decisiones puede acelerarse con alguien que sepa unir contexto y alguna de estas herramientas.
7 May 2025
Riddikulus
La mente es como un vaso de agua turbia: solo en reposo se aclara.
Pero poner la mente en blanco durante la meditación es bien, bien complejo. Seguir la respiración y estar atento al momento presente suena fácil, pero el cerebro es obstinado y se resiste.
En mi experiencia, los obstáculos son dos: pensamientos intrusivos y discusiones mentales con personas.
Hay dos técnicas que me han servido.
La primera, para los pensamientos intrusivos, es detectar que entran como palabras. Los pensamientos, para formarse, necesitan lenguaje; el lenguaje está compuesto de palabras; cualquier palabra tiene letras, y me he acostumbrado a verlas aparecer en la meditación. De hecho, pasa todo el tiempo. Mi técnica es simple: una vez aparecen las letras (en mi cerebro aparecen escritas en fuente Courier New, como este blog 😂), vuelvo a la respiración. Así, los pensamientos se desvanecen como por arte de magia.
A propósito de magia, la segunda técnica.
Cuando me engancho en una discusión mental con gente que está en mi mente, ya sea un cliente, un socio, empleado, familia o quien sea, le aplico un pequeño encanto que los convierte en bebés con pañales. Si mi amigo es calvo y tiene bigote, igual me lo imagino pequeñito con bigote y pañales, y le invito a salir de mi mente con cariño (¿quién se enoja con un bebé?). Después, de nuevo a la respiración.
Esta última me ha funcionado de maravilla. Es compasiva, me deja con una sonrisa interior, lo que facilita la llegada de la calma.
Cuando se la conté a una de mis hijas me dijo «¡le aplicas el encanto Riddikulus de Harry Potter!». No sabía, pero sí, se lo aplico. No los vuelvo arañas con patines o globos que se desinflan, sino bebés en pañales.
Y me ha servido mucho para tener reposo y claridad.