En el quinto capìtulo de mi novela «Cuando los buenos ganaron» hay algo que me parece relevante en el mundo real, más allá de la fantasía. El extracto de adelante se ubica en un futuro utópico/distópico en donde hay una nueva generación regida por un principio rector…
EL ADVENIMIENTO DE LA SEGUNDA Generación fue un proceso lento y lleno de obstáculos, pero dio sus resultados cuando se llegó a un acuerdo global, supranacional y supraestatal: solo habría una regla que fundamentaría el accionar humano y sería «haz con el otro lo que quisieras que hicieran contigo».
Atrás quedó el código de Hammurabi, la ley del Talión y todo vestigio de justicia retributiva, del ojo por ojo diente por diente, los cuales justificaban la más inmoral pero dulce de las perversiones: creer que se puede hacer el mal a alguien si con ello se hace bien a un número mayor de personas.
Este cambio fue lento y respondió a un proceso civilizador milenario que fue erradicando poco a poco las matanzas basadas en la superstición, los sacrificios humanos, la quema de brujas, los libelos de sangre, la aniquilación de herejes, blasfemos y apóstatas, los castigos inicuos, la tiranía, la revancha política,las guerras masivas, los exterminios étnicos, las luchas generacionales por territorio, la violencia en los crímenes contra la propiedad y los delitos contra la integridad humana fundamentados en la ambición.
Esta regla, este principio rector, tiene un inconveniente: al ser el eje de un comportamiento que termina siendo intachable en lo ético (que no moral), retrasa y dificulta una de las razones del progreso humano: la ambición.
¿Cómo funciona un mundo en donde la ambición ceda?
¿Cuál sería el principio fundamental del progreso?
Esta pregunta tiene muchas formas de responderse, desde lo político y su esfera personal, la ética. Pero desde lo económico (que en esto no soy tan bruto como en lo demás), es claro que sería un desastre.
¿Quién ha invertido más en Investigación y Desarrollo que los militares, los alteradores de la genética de los alimentos y la industria farmacéutica? Y todos estos ejemplos están, sin duda, sometidos a la megalomanía y ambición desmedida de justamente los promotores de la innovación.
Es una reflexión, y de hecho, la pregunta es retórica: no espero (ni creo que tenga) respuesta simple.
La imagen es de biswaal: WET PLATFORM (red), acuarela en papel de 22×30. Me pareció bellísima. Es una estación de tren en India. Y efectivamente, no tiene nada que ver con el post… ¿será necesario?
18 Jul 2017
Haz con los demás como quisieras que hicieran contigo
En el quinto capìtulo de mi novela «Cuando los buenos ganaron» hay algo que me parece relevante en el mundo real, más allá de la fantasía. El extracto de adelante se ubica en un futuro utópico/distópico en donde hay una nueva generación regida por un principio rector…
Esta regla, este principio rector, tiene un inconveniente: al ser el eje de un comportamiento que termina siendo intachable en lo ético (que no moral), retrasa y dificulta una de las razones del progreso humano: la ambición.
¿Cómo funciona un mundo en donde la ambición ceda?
¿Cuál sería el principio fundamental del progreso?
Esta pregunta tiene muchas formas de responderse, desde lo político y su esfera personal, la ética. Pero desde lo económico (que en esto no soy tan bruto como en lo demás), es claro que sería un desastre.
¿Quién ha invertido más en Investigación y Desarrollo que los militares, los alteradores de la genética de los alimentos y la industria farmacéutica? Y todos estos ejemplos están, sin duda, sometidos a la megalomanía y ambición desmedida de justamente los promotores de la innovación.
Es una reflexión, y de hecho, la pregunta es retórica: no espero (ni creo que tenga) respuesta simple.
La imagen es de biswaal: WET PLATFORM (red), acuarela en papel de 22×30. Me pareció bellísima. Es una estación de tren en India. Y efectivamente, no tiene nada que ver con el post… ¿será necesario?