2 Dic 2014
Aprendiendo a fracasar
Cuando un salón de conferencias se convirtió en un paredón
Recuerdo que en esa sala de conferencias había unas doscientas personas cuando inicié la presentación final de mi proyecto, en un tiempo que tenía una empresa de desarrollo de software; en la audiencia veía rostros conocidos, y a medida que llegaban les saludaba con la familiaridad que daban más de seis meses de convivencia con el equipo de trabajo gubernamental de un Ministerio, mi cliente en esos momentos. Empecé confiado a presentar y entregar mi producto, feliz de terminar mi proceso de implantación. Media hora más tarde la misma audiencia había arrasado, despedazado y demolido mi proyecto… para hacerlo más gráfico, imagíneme con cara de asustado incendiando con un soplete una pila de billetes, que en términos figurados fue lo que hice al estropear tan importante proyecto. Eso no fue lo único: unos meses después, a este fracaso le siguió mi compañía que había dado empleo a más de 40 personas, había desarrollado más de un millón de líneas de código y creado un producto que se alojaba en las redes empresariales de 7 de los conglomerados del TOP 20 empresarial en Colombia de la última década del milenio pasado.
El fracaso es malo, no voy a entrar a justificarlo o dar explicaciones metafísicas que minimicen la frustración que sentimos al experimentarlo. Pero si hay algo peor que fracasar es no aprender de él.
En el proyecto que contaba arriba no logré comprender que el entorno en el que me movía había algo de política y mucho de miedo al cambio; así, cuando en la semana anterior a mi presentación se llevó a cabo un cambio en el Ministerio, un cambio político, todas las personas que habían aceptado mis puntuales entregas ahora no estaban, o simplemente, al verse en la necesidad de justificarse ante su nuevo jefe, habían cambiado de opinión. Claramente cambió el entorno y no estaba preparado para ello.
Primera lección aprendida: el mercado objetivo puede cambiar de opinión en cualquier momento.
Hay que tener monitoreadas las variables que le permitan a uno percibir cualquier cambio en el ánimo del mercado, y en eso la clave es la adaptabilidad. Una estrategia de negocio debe, TIENE que ser adaptable a condiciones distintas en el entorno, lo cual traduce, en nuestro viejo sistema de análisis DOFA (Debilidades-Oportunidades-Fortalezas-Amenazas), en que la debilidad de todos lo que desarrollamos cosas radica en la dependencia que generemos de los agentes externos.
La segunda lección: la cultura emprendedora karaoke
La segunda lección de ese fracaso fue el haber seguido lo que podemos llamar »la cultura emprendedora karaoke»: intentar seguir al pié de la letra lo que otros han inventado, imitar sin pensar lo que a otros ha funcionado, no entender que seguir el guión de un genio no nos hace geniales.
El hecho de que YouTube sea un éxito, no quiere decir que yo pueda reproducir su experiencia sin hacer cambio alguno y experimentar la misma victoria. Yo intenté seguir la letra y la música de otros en un negocio que necesitaba innovación y creatividad. Metí la pata, con la diferencia que al que canta mal en aquel bar karaoke un jueves en la noche lo reciben con risas y burlas amistosas en su mesa. A mí me recibió el duro asfalto del fracaso empresarial.
Dos lecciones finales:
Debemos desarrollar resiliencia, que es la capacidad de permanecer en la lucha a pesar de los fracasos, la capacidad de levantarse ante las caídas.
Y no olvide que los únicos que no se equivocan son los que no hacen nada.
15 Sep 2017
El costo de la ignorancia y/o la mezquindad en temas laborales [Hilo]
En mi cuenta de twitter, a propósito de un tema laboral que estábamos tratando en Actualícese, hice un hilo sobre la responsabilidad de los empresarios en temas laborales…
Empezó así…
Y siguió así (tal cual quedaron en los 140 caracteres):
Si un contrato (así sea verbal) tiene subordinación, remuneración y prestación personal es laboral y ya. Darle vueltas es exponerse a demandas (justas).
Por ejemplo, si una empleada está embarazada, hay que saber qué se le puede exigir. No solo es lo justo y humano, sino lo responsable empresarialmente.
Cualquier «conejo» que se le haga a unas vacaciones, unas cesantías, un pago de pensiones será cobrado en un juzgado, tenga la seguridad.
El asunto no solo es moral: es jugar el juego empresarial como debe ser. Si no tiene plata para pagar prestaciones, replantee el negocio.
La ley supone (como debe) mala fe del empleador, porque somos los dueños del medio de producción y contamos (se supone) con el conocimiento.
El mensaje es claro: a los empresarios nos deberían poner a recitar el código laboral de memoria. Si lo rompemos, es porque queremos multas.
Abusar de una relación laboral (así le digamos «contrato de servicios») es mezquindad o ignorancia. Ambas se pagan, y bien caro.
Los errores «de buena fe» en una liquidación de un contrato también cuestan. Si no hubo mezquindad, hubo ignorancia. Igual se paga.
Si es empleador y ya metió la pata, busque un arreglo. Un «mea culpa» a tiempo sale más barato, y podrá dormir mejor.
«Susana, metí la pata en tu liquidación hace un año. Te debo un millón. No lo tengo completo ahora, pero vení y conversamos».
«Fulanito,estos meses de nuestro contrato x servicios han tenido características laborales.Hablemos para compensar lo de ley y arreglar eso»
Arreglar las metidas de pata en contratos laborales y/o de servicios es mucho más barato. Las sanciones laborales son las más caras que hay.
Es mucho el riesgo económico de las relaciones laborales y por servicios mal manejadas. Pero es una cuestión ética también.
Hacer empresa viene con el «riesgo moral» planteado por Adam Smith. La ley es el límite, si no se quiere hablar de ética. Como sea, cumplir.
Premisa: todo papayazo que sea demandable, será demandado.
Actuar bien no es solo moralmente imperioso, sino lo empresarialmente responsable
El hilo completo está aquí.