Coma

– ¿Y mi esposa? Díganme ya, ¿quiénes son ustedes? ¿por qué estoy en este hospital?

– Es normal que esté desorientado, ya llamamos al doctor.

– Mis hijos… ¿cómo están?… necesito un teléfono, un tel…

El pequeño volvió a dormirse, sedado por la potente solución intravenosa que le acababan de inyectar a la línea de suero que iba a su brazo derecho.

Con solo diez años, un golpe fuerte en su cabeza al caer de su bicicleta lo dejó en coma por un largo par de meses.

Lo interesante de su caso fue la alucinación: soñó cuarenta años de vida en ese corto tiempo. Fue drogadicto, buen estudiante, mal esposo de su primera esposa, exitoso empresario, enamorado y ejemplar cónyuge de Lynn, la madre de sus dos hijos, Sara y Manuel… fueron cientos de historias con miles de detalles las que contó en tono pausado, maduro, aunque con un dejo de angustia, al estupefacto equipo médico que lo auscultó los siguientes meses.

Nunca recuperó la felicidad. “Lynn, Sara, Manuel…”, no dejó de repetir el niño en un pequeño llanto cada noche antes de dormir.