Mann y la acción

El único lugar en donde la acción debería ir antes del análisis es en el diccionario.

Pero en una de las usualmente iluminadas conversaciones entre Hans Catorp y su mentor Ludovico Settembrini, este último da otra visión…

–El análisis es bueno como instrumento para la ilustración y la civilización, es bueno en la medida en que destruye convicciones estúpidas, disipa prejuicios naturales y hace tambalearse los cimientos de la autoridad; en otros términos: es bueno en la medida en que libera, afina, humaniza y prepara a los siervos para la libertad. Es malo, muy malo, en la medida en que impide la acción, daña las raíces de la vida y es incapaz de darle una forma a esa vida. El análisis puede ser algo muy poco apetecible, tan poco apetecible como la muerte, de la que en realidad es parte… Está emparentado con la tumba y esa anatomía que la acompaña.

Capítulo V, Libertad, La Montaña Mágica, Thomas Mann (1924)

Pasando por alto la afectación teatral del párrafo (que también en cierta forma es deliciosa), aquí hay otra diatriba contra la parálisis por análisis a la que tanto me he referido

El análisis como principio y consecuencia de la acción es la forma sostenible y escalable de la iteración.

Esta vez vino de parte de un Nobel, a quien varias palabras del diccionario le deben la vida.