Quince grados

Veintidós grados es la temperatura ambiental ideal para el ser humano: no se siente ni frío ni calor.

A esta temperatura los aires acondicionados dejan de trabajar, y nuestro cuerpo acostumbrado a reaccionar con escándalo ante la falta de confort, deja de enviar señales al cerebro. Durante el tiempo que estemos en ese ambiente, simplemente se nos olvida que existe el concepto de temperatura.

Treinta y siete grados es la temperatura interna del cuerpo humano. Más arriba es fiebre, más abajo es hipotermia. Mucho más arriba o mucho má abajo es muerte.

Si estamos sanos, en reposo y en una temperatura de confort, en alguna parte entre nuestras entrañas y la ropa hay quince grados -la diferencia entre los treinta y siete y los veintidós- que se disipan.

Quince grados que se desvanecen en lo que algún principio físico explicará como transformación de energía, seguramente dirigida a bombear sangre y transformar oxígeno y conectar neuronas.

Se me ocurre que esos quince grados son el costo energético del pensamiento.

Si lo que nos diferencia de las demás especies es la posibilidad del pensamiento, cuando no lo hacemos solo somos una máquina de dispersión de calor.