Resaca

Hoy desperté aturdido. No hay nadie en casa.

Ese deja-vú que me eriza la piel mientras suena la tetera; el sonido de un viejo letrero suelto golpeando contra la reja del patio exterior; una laguna mental que me impide recordar algo que no sé si quiera recordar; las ganas de llorar sin saber por qué.

«La peor de las resacas», pienso. Pero mi cuerpo no está resentido por la jaqueca ni mi aliento delata alcohol.

En el patio, el viejo letrero suelto deja ver que está escrito a mano.

“PELIGRO: mantenerse lejos”.

Una memoria confusa me deja con la sensación de que quien escribió eso no quería cuidar de mí: quería cuidar a los demás de mí.