Sacrificio

Esa madrugada la abandonaría mientras ella dormía.

Boca abajo, con la cara sobre la almohada y el cabello desordenado, se le podía escuchar un ronquido pequeñito. Estaba profunda. Él, con su mochila y arrodillado al frente de la cama pasó los dedos por su pierna, delineando su ropa interior, siguiendo por la espalda desnuda. No le tocó la cara para no despertarla.

Se incorporó, desconectó su celular y dejó en la mesa de noche una nota.

«Te dejo todo mi amor. A donde voy no lo quiero; no sin ti. La perpetua espera debe seguir siendo tejida, cantada y narrada. Que nuestra saudade sea sacrificio.»

Le dio una última mirada a Penélope y cerró la puerta.

 


Notas: 

  • La ilustración es mía, en lápiz y acuarela (21 x 14.8).
  • Dibujé esta otra también. Y no, no sé cuál me gusta más. 
  • Penélope, la de la espera perpetua, la que tejía todos los días para deshacer el ovillo cada noche y así esperar a su Odiseo, ha sido motivo para juglares y poetas por siglos. Es irresistible.