Estoy leyendo una novela distópica futurista que transcurre a finales de este siglo. La humanidad ya logró transferir la consciencia viva a un dispositivo en donde puede vivir para siempre.

El error es el cuerpo. Morir es fallar.

La creadora del aparato lo llamó 天 (paraíso en chino), y lo define como el lugar de la felicidad perpetua, de la libertad sin ataduras, del contentamiento sin fin. De la perfección eterna.

Como lo veo, 天 traduce cárcel. Y una eternidad que dure más que horas se me hace insoportable.

Laureen Calvo (un personaje) fue una de las personas que rechazó 天 (aunque solo fuera un rato):

La Dama se retiró altanera, con una de esas frases que ya no se usaban, resabios de la época en que el inglés hablaba al mundo:
–Gracias, pero no gracias. Un placer.

Caparrós, Martín (2020). Sinfin (p.194)

La Dama y yo coincidimos. Tampoco quiero 天.