9 Abr 2020
Veintidós
A bordo del Maria Pita zarparon a salvar al mundo veintidós niños y quince médicos un treinta de noviembre.
Jose Manuel acababa de cumplir ocho y sería el séptimo en ser inoculado con el virus al día sesenta y cuatro del viaje. Iría después de Clemente, de seis años; Pascual Aniceto, José y Tomás, los tres de tres; y de Vicente y Gerónimo, ambos de siete.
La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna llevó la sangre contaminada y salvadora de los veintidós huérfanos a las islas Canarias, la Nueva Granada, las Filipinas y a China. «El virus no mata niños», justificó al rey el cirujano Balmis, reclutador y jefe de la piadosa excursión.
Pero lo noble del propósito no le quitaba el miedo a Jose Manuel, quien lloraba todas las noches invocando a doña Isabel, la única figura materna que había conocido. Veía con terror los dolores de los que le precedían.
Llegó el cinco de febrero. A Jose Manuel la cura solo le duró seis días en su sangre porque se murió. Antes, lograron traspasarle el virus a Benito Vélez, el hijo de doña Isabel.
No fue inútil su sacrificio. Le sobrevivieron centenas de miles más, que lloraban de la felicidad cuando veían llegar al Maria Pita a sus puertos.
Notas:
- Este cuento está basado en hechos reales. Balmis, un médico militar al servicio de Carlos IV la llevó a cabo con 22 niños de un orfanato de Madrid, que sirvieron para llevar la vacuna viva a las indias occidentales. Los nombres y edades son reales, excepto por el niño desconocido que murió, al cual puse nombre.
Busque “expedición Balmis” para ver lo aterradora y fascinante que fue. Me quedé muy corto. - Me gustó este enfoque de la historia.
10 Abr 2020
Soldado de Nápoles
Soldado de Nápoles
que vas a la guerra;
mi voz recordándote,
cantando te espera.
Cariño del alma, ven,
que vas a probar
la dicha de amar,
oyendo los sones
de mis canciones.
La tonada se escuchaba desde la ventana dejada abierta por el descuido de un adolescente, a quien su abuela servía cuatro dientes de ajo con pan a la par de un cocktail de vino rioja, Coñac Faro y Champán Lumen: «quien enferme de grippe es porque quiere: bebed de estos tres específicos de Bodegas Bilbaínas y os convencereís«, decía la publicidad.
–Abu, ¿no queda limón? El ajo me hace arder la boca.
–No, no queda. Está incomprable.
El limón costaba casi una peseta por kilo desde que la prensa anunció que el mal del Soldado de Nápoles –después dado a llamar influenza española–no sobrevivía en Ph ácido. La solución: limón bebido, infusionado y untado, ojalá con aguardiente.
Diez años después el muchacho se trasladó a Londres como ayudante de un reputado investigador. Y como quien guarda sus omisiones como idiosincracias, dejó otra vez la ventana abierta; por ese descuido, el investigador hizo un descubrimiento milagroso que le valió el Nobel de Medicina.
Mientras escuchaba los gritos emocionados en el laboratorio, el muchacho recordaba la última tonada de su abuela antes de morir…
Soldado de Nápoles
me quiso mi suerte.
La gloria romántica
me lleva a la muerte.
No digas tu cántico,
que aviva mi pena;
Si muero queriéndote,
¡que muerte tan buena!
Notas: