Tos

Aún había restos de levadura en la mesa del panadero al momento del cierre. Reinaldo las limpió y causó otro pequeño desastre al regar un poco de aceite.

–Nena, toma tus cosas que nos vamos a casa –ordenó a su hija mientras limpiaba.

No cuadró la caja porque tampoco hubo clientes ese día en esa pequeña tienda en el centro de la ciudad. Atardecía y las ranas empezaban su pequeña serenata nocturna.

La niña salió de primera, hizo un par de volteretas en mitad de la avenida vacía y tomó la mano de su padre para ir caminando a casa, unas cuantas cuadras hacia la montaña.

–Papá, hoy tampoco se escucha a la gente toser.

–No. Hoy tampoco.