Hay cientos de procesos que uno lleva a cabo exitosamente en solo un día, y su éxito nos pasa desapercibido: nos levantamos a la hora precisa, desayunamos sin envenenarnos, nos dirijimos a nuestro trabajo sin contratiempos, trabajamos… el día a día (que no los días extraordinarios) están llenos de cotidianos éxitos que hemos logrado automatizar, por lo que no celebramos ninguno de ellos. Y es obvio: si no automatizaramos gran parte de nuestra vida todo lo nuevo que viene sería muy difícil de procesar.
En el mundo empresarial no es distinto: si no logramos automatizar con consistencia nuestras interacciones con los clientes, la creación de nuevos productos o la implementación de nuevas ideas estará truncada siempre. Así como no necesitamos fijarnos todos los días en la cantidad de pasta de dientes que hay porque tenemos un proceso de aprovisionamiento funcionando cada cierto tiempo, no deberíamos tener que estar preguntándonos, por poner un ejemplo, por la calidad del producto que hacemos llegar a nuestros clientes/jefes. Hay sistemas de alertas tempranas que nos avisan tanto en la cotidianidad de nuestra vida como en el entorno empresarial: si la pasta de dientes ya está quedándose vacía, buscamos si quedan en el gabinete y en caso de que no, anotamos en un post-it; igualmente, si en un sistema de encuestas automatizado a nuestros clientes como parte de nuestra estrategia post-venta vemos que hay más caritas tristes que caritas felices, algo hay que revisar.
La implementación de estos sistemas de alertas tempranas son críticas actualmente, sobre todo si proveemos servicios o productos donde el éxito está medido en el volúmen de replicación de ellos. ¿Cómo pretendemos ampliar una base de clientes si no sabemos cómo les está llendo a aquellos que hemos venido atendiendo? ¿Cómo pensar en lo nuevo si lo viejo no sabemos si funciona bien?
Esto debería estar en el corazón de los estrategas de la empresa: automatizar sistemas de alertas que nos permitan reaccionar a tiempo.
En Actualícese hemos venido implementando estos esquemas desde hace más de una década, con una revisión de trescientos sesenta grados anual. Hemos creado un inventario de puntos de contacto con nuestros clientes (página web, call-center, entregas de material impreso, envíos de correos masivos, envíos de email, SMS, grupos de Whatsapp, conferencias presenciales…) en donde buscamos maximizar la agregación de valor en la medida de lo posible.
Por ejemplo, cada aniversario de un usuario en nuestra comunidad es celebrado. Esa es una oportunidad para mercadear nuestras suscripciones. Y cada entrega de una factura nos da el chance de darle un beneficio de un patrocinador. Ahí hay una oportunidad para el equipo que vende pauta. Y cada llamada de soporte nos permite entender más al cliente. El equipo de Innovación está pendiente de estas llamadas y los analistas de Control Interno chequean las oportunidades de mejoramiento.
Lo mejor es que todo esto está automatizado. Aquí aplico la máxima de uno de mis profesores de la universidad, quien decía «el mejor programador es el programador perezoso: como no quiere repetir siempre lo mismo, crea una sola vez un algoritmo que prevee todas las posibilidades para no tener que estar iterando». Cuánta razón tenía.
Automatizar la cotidianidad facilita la innovación. Si nuestra vida personal depende de procesos que ya hemos logrado sistematizar, ¿por qué no darle un chance a ello en la vida empresarial?
Yo lo he hecho. Y lo he agradecido. Si no, no tendría tiempo para escribir esto.
Preguntar «¿Cuánto pagaría usted por mi producto/servicio?» no es una buena idea. Son muchas y obvias las razones, empezando porque nadie quiere confesar que pagaría mucho justamente a quien lo produce.
Estas cuatro preguntas pueden ayudar a modelar el precio…
¿A qué precio empezaría a sentir que el producto es MUY CARO para considerar su compra?
¿A qué precio empezaría a sentir que el producto es TAN BARATO que cuestionaría su calidad y no consideraría comprarlo?
¿A qué precio empezaría a sentir que el producto EMPIEZA A SER CARO pero igual lo consideraría?
¿A qué precio pensaría que el producto ES UNA GANGA – un valor importante por el dinero invertido?
Hace unas semanas mi preadolescente retoña me pidió un iPhone. Atolondrado, busqué mil excusas detrás de la podredumbre a donde nos ha llevado la sociedad de consumo, las virtudes de la vida ascética y otras excusas que me alcanzó a arrojar una rápida búsqueda en mi propio smartphone. Nada sirvió, y raudo me dirigí al San Andresito de la 80, donde me vendieron un «AiFone» chino buenísimo.
–No es un iPhone.
–Claro que lo es- repliqué. Puedes navegar, poner música y hacer llamadas a tu papá.
–No es un iPhone. Punto.
“los humanos somos buenos, en general, reconociendo quiénes envían los mensajes así no los conozcamos”Tweet This
Es increíble cómo el mercado logra reconocer tan bien a algunas marcas. La impronta del mensaje que una marca deja es indeleble en la mente de sus usuarios si la forma de transmitir el mensaje es consistente. Lo interesante es que los humanos somos buenos, en general, reconociendo quiénes envían los mensajes así no los conozcamos.
Permítanme otra historia para ilustrarlo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los británicos conformaron un equipo de interceptadores de mensajes en clave morse que los nazis transmitían a través de la estática de las frecuencias radiales a sus tropas. Los resultados de este comando fueron decepcionantes, toda vez que a esa altura de la guerra podían interceptar lo que fuera, pero no tenían ni idea de lo que estaban diciendo los alemanes, pues los nazis transmitían en el famoso Código Enigma, descifrado años después por Alan Turing (cuyo suicidio en 1954 con una manzana con cianuro fue objeto de homenaje por parte de Steve Jobs en el ahora icónico logo de Apple).
“Puede que los nazis no entendieran nada, pero sabían QUIEN lo estaba diciendo”Tweet This
Los británicos, a pesar del aparente desperdicio de tiempo y recursos, escucharon a través del tiempo al gran filósofo Francisco Maturana diciendo «perder es ganar un poco» y miraron qué le podían sacar de bueno a semejante esfuerzo. Y resulta que los agentes terminaron haciendo un hallazgo improbable: a fuerza de escuchar por horas y días la cadencia, el acompasamiento y la métrica de los mensajes, ya podían reconocer a sus remitentes. Puede que los nazis no entendieran nada, pero sabían QUIEN lo estaba diciendo. El estilo, la velocidad de tipeo e incluso las pausas de los nazis al enviar sus mensajes encriptados se volvieron reconocibles. Incluso, cuentan, llegaron a ponerles nombres. «Hans está enviando un mensaje desde Berlin», «Herr Häagen-Dazs llama a alguien desde el frente oriental, se nota preocupado», «Algo trama el commander Faber-Castell, porque está contento», imagino que serían los reportes de los agentes a sus superiores. La utilidad que tuvo para el mariscal Montgomery esta información le dio un giro a la guerra.
“el estilo del remitente es tan importante como el mensaje”Tweet This
La enseñanza aquí es clara:el estilo del remitente es tan importante como el mensaje. Tanto Jobs en Apple como los agentes nazis transmitían cosas, pero lo que hacía reconocible su mensaje eran ellos mismos. La forma como transmitían su mensaje era su firma personal. Así como un agente interceptor lograba reconocer al nazi o como cuando al tomar un aparato podemos decir «esto es Apple», si hemos desarrollado un buen producto o servicio y le hemos puesto nuestra impronta, el mercado nos va a reconocer tarde o temprano.
Conclusión: nuestro producto no solo debe ser bueno; necesita un transmisor consistente y reconocible. Y su usted es emprendedor, es su labor, de nadie más.
Quienes tenemos la obligación de liderar grupos de trabajo debemos buscar la mejor forma de integrarlos con la mejor gente posible; y la mejor gente, como regla general, le gusta interactuar con personas de igual o mejor calibre para así hacer del trabajo un proceso de mejoramiento profesional continuo. Piénselo como un equipo de fútbol: a ningún jugador le conviene que alguno de sus compañeros sea un tronco que no pueda concretar un pase, hacer un gol después de una jugada colectiva, o tapar un tiro fácil echando por la borda los esfuerzos de todo el conjunto. Pero todos son felices y se benefician de alguien que sabe jugar en equipo, y que tenga una dosis de talento individual que le granjee la admiración de los demás. Ya que estoy en ejemplos, pensemos en Keith Richards, el guitarrista de Rolling Stones. Aunque es una leyenda, no son sus ganas de protagonismo lo que lo ha destacado: es su capacidad de darle cohesión al grupo, razón por la cual muchos podrían nombrar a Mick Jagger (el vocalista) y pocos a Keith. Pero eso no le importa.
El punto está, justamente, en la capacidad de ser parte de un conjunto, y para ello hay un componente fundamental que no he mencionado: la madurez. No han sido pocas las ocasiones que he visto cómo se desmoronan proyectos por la inmadurez de uno o varios de sus miembros. Y es que la definición en el ámbito corporativo de «ser adulto» tiene unos componentes adicionales a los que se requieren en la vida regular: aunque en nuestra casa estamos en pleno derecho de hacer exigibles ciertas cosas (las camisas deben ordenarse por colores o que las medias nonas deben ser incineradas, por ejemplo), en la empresa no puede ser así.
Por ello presento esta lista corta de «lista de chequeo para comportamiento adulto corporativo» con la plena seguridad que está incompleta, o que añadí algún ítem por algún trauma empresarial de mi juventud. Veamos:
Los adultos saben discutir con altura, pero no le huyen a la controversia. Si hay que defender una posición, se espera de cualquier empleado que salga a hacerlo sin miedo. Hay que recordar que la posición que quiere defender no es la suya, sino la de un interés empresarial que merece ser discutido. Por ello, una persona madura entiende que al entrar en una confrontación lo hace no como una querella personal, sino como una contraposición a algo que siente que puede ser mejor o que esté afectando los intereses de la empresa. Pero ojo, el ser adulto también es reconocer el tono de una conversación. Personalmente, no me preocupa que haya agitación y apasionamiento, mientras no haya grosería o tonos altaneros, que es justamente en donde se ve la madurez de alguien. Si podemos recibir un «estás equivocado, y esta pelea la perdiste por estos argumentos que te estoy presentando», felicitaciones, ya estás crecidito. Y eso justamente me lleva a…
Un adulto no se toma las cosas empresariales como personales. Sí, queremos que amen la empresa. Queremos que la defiendan. Queremos que sean apasionados y sientan como el derrotero empresarial se confunda con el personal. Pero no queremos el drama innecesario de las reacciones sobredimensionadas cuando una meta no se alcanza, o cuando se recibe un llamado de atención, o se toma una decisión con la cual no se está de acuerdo. Aquí la vieja frase de El Padrino «no es personal, son negocios» es relevante. No tanto como para dejarle un caballo muerto debajo de las sábanas (perdón si le arruino la película a alguien), pero sí como para evitar sobreactuarse ante una adversidad empresarial. Los directivos les encantan las soluciones, no el drama.
Una persona madura es capaz de negociar bien sus incentivos. Negociar un aumento es un dolor de cabeza espantoso, y la anticipación a la reunión en donde se hará la solicitud (o el «enviar» al correo de pedido) seguro ha infartado a más de uno. Un tip: los adultos hacen planes. Deje los pañales en la casa y enfréntese a su jefe con un plan claro en el cual, basado en su trabajo y su rendimiento, la empresa gane más. «Probemos dos meses con un bono extraordinario por este plan que le traigo, y si lo cumplo, me lo deja permanente». Con este discurso me llegó un empleado hace poco y quedé atónito. A mis ojos tenía como 12 años, pero negoció mejor que un cincuentón. Bárbaro.
La adultez en la empresa también se ve reflejada en otros aspectos, que la falta de espacio me impiden profundizar. Por ejemplo, la generosidad, la tolerancia, la facilidad para asumir culpas y responsabilidades son algunas de ellas, pero creo que la idea está clara: si queremos crecer, primero debemos crecer.
Me gustó mucho esta invitación que me hicieron para estar en la charla inicial de la inauguración de la nueva sede de Campus Nova. Una iniciativa muy interesante, con una ejecución que me dejó muy sorprendido por su diversidad (había emprendedores que hacían joyas, otros software y hasta arte digital).
En la charla (muy animada) compartimos con Kussy, un empresario del entretenimiento en la región (divertido, espontáneo y hasta profundo en su candidez) y Carolina Jaramillo, una mujer de la cual podemos aprender todos su virtuosa resiliencia, versatilidad (estudió ciencias admnistrativas y es famosa por sus murales) y capacidad de expresión.
Debe ser una cuestión de personalidad, pero me siento más cómodo en la duda que en la certeza.
Es que siento que dudar es la única forma de cambiar las cosas. Tanto en lo político (ya me han visto dando lora en redes sociales acá) como en mi trabajo y lo personal.
No me siento bien diciendo «mi empresa es la mejor del país» porque puede que no lo sea (aunque, ejem, las cifras lo demuestran).
Es la que más quiero, sí, pero me siento mejor pensando «si no es la mejor… ¿qué puedo hacer para que lo sea?».
El creer que las cosas pueden mejorar no es ingenuidad, sino consecuencia directa de esa tendencia a dudar. Dudar no me ha vuelto pesimista, sino optimista. Por eso creo en que mi empresa crecerá porque dudo de las tendencias macroeconómicas, que mis hijas serán mejores a pesar del reguetón y la superficialidad de su entorno, que mis amigos con problemas tendrán una revelación y serán tetramillonarios y felices en un dos por tres.
Dudo de la inevitabilidad de la fatalidad.
Eso, amigos míos, es lo único que se me ocurre que pueda explicar tanta majadería mía defendiendo causas perdidas.
Que nos roben una idea es un miedo recurrente en los emprendedores. La paranoia a que alguien tome uno de nuestros sueños y lo haga realidad y no nos dé el crédito genera una angustia existencial que es inexplicablemente mayor a la desazón que deberíamos sentir por no llevarlos a cabo.
“muchos de los productos más exitosos no salen de nuevas ideas, sino de la innovación sobre conceptos existentes”Tweet This
Aquí hay dos malas noticias: primero, muchos de los productos más exitosos no salen de nuevas ideas, sino de la innovación sobre conceptos existentes. Pongamos un ejemplo de moda: Apple. El iPad fue inventado hace ya muuucho rato, pero esta compañía fue la que lo potenció y lo hizo el éxito que es. Igual con el Apple Watch (nadie puede decir que Jobs o Cook se inventaron el reloj, faltaba más) o con las últimas funcionalidades del nuevo sistema operativo del iPhone. Apple supo innovar sobre ideas existentes y sobre ellas agregó valor. ¿Resultado? Ventas multimillonarias.
La segunda mala noticia respecto a atesorar ideas como Gollum (el repugnante ser enamorado del anillo del poder, en El Señor de los Anillos) es que posiblemente ese sueño que atesoramos y no queremos soltar se le ha ocurrido a otro, y si estamos muy de malas o somos malos ejecutores, lo llevará al mercado más rápido. Y eso duele mucho.
¿Qué hacer?
“debemos acostumbrarnos a crear productos «Hola Mundo»”Tweet This
Mi granito de arena: debemos acostumbrarnos a crear productos «Hola Mundo». Este tipo de productos sirven para probar el mercado, saber si a quienes queremos llevar nuestro producto realmente pagarían por él. Ojo: no dije «realmente les gustaría«. Dije: «pagarían por él«. Hay un gran trecho entre que un producto le guste a la gente y otro que pague por él.
Les llamo «Hola Mundo» por mis antiguas, viejas, viejísimas raíces de programador. Siempre que un desarrollador quiere saber si todas las herramientas para programar quedaron bien instaladas y configuradas, y también cuando es la primera vez que tiene una aproximación a un nuevo lenguaje de programación, escribe un pequeño programa, cuyo nombre es, invariablemente, «Hola Mundo». Pregunte a un técnico o ingeniero de sistemas cercano acerca de los 10 momentos más felices de su vida, y seguramente 3 o 4 de ellos incluyen «el día que vi en la pantalla ‘Hola Mundo’ en X lenguaje». Es en serio, intente y verá.
El 5% de un quinto
“Si tengo 100 clientes, pruebo con 20. Con UNO que muestre interés (un 5%) ya es suficiente”Tweet This
En el mercadeo no es distinto: me ha ido muy bien poniendo a punto productos, paquetes o promociones en prueba bajo un esquema simple, que no me haga perder mucho tiempo en caso de que no funcione. Si tengo 100 clientes, pruebo con 20. Con UNO que muestre interés (un 5%) ya es suficiente para abordarlo con más seriedad y llevarlo a un público más amplio. En caso contrario, se transforma o se deshecha.
El método Hola Mundo tiene 3 características:
debe ser de rápida implementación,
debe ser MUY simple (si requiere una página de 30 puntos para explicar el producto u oferta, no sirve para este tipo de métodos), y
debe ser muy fácil de medir.
Para los ingenieros, lo único importante es que aparezcan esas palabras («Hola Mundo») en la pantalla para saber que todo está bien: así debería ser para usted. Se vendió o no se vendió, gustó o no gustó. Simple.
Cuando uno adquiere velocidad en el despliegue y la medición, ya que nos roben ideas no será un problema. De hecho, que intenten.
El pasado 5 de Diciembre mis amigos de Nice Network me extendieron su amable invitación a hacer una charla informal sobre Ecosistemas de Cooperación. La pregunta que debíamos abordar con este grupo de emprendedores era ¿cómo aprender a trabajar en comunidad?… ¿qué pasaría si algunos esfuerzos pudieran ser compartidos?
Aunque no puedo transcribir mi charla aquí, compartiré algunas de las notas que le dieron estructura al conversatorio…
La humanidad antes vivía ebria… el gran sigo de la iluminación del conocimiento (Europa, s. XVII) pasó de la cultura del vino y cerveza al café y el té con la apertura del Grand Café en 1652. Ahí empezamos a compartir ideas y mejorarlas. A colaborar.
El epítome del hombre pensante es El Pensador de Rodin. Ya no: ahora el ícono del pensamiento es una sala llena de gente rayando paredes y discutiendo. No como en un pabellón psiquiátrico, no… como en una sala de juntas moderna.
Hice tres propuestas para darle un norte al trabajo en grupo…
Ser idealistas y crear hacia una meta común.
Ser rentabilistas para generar a cada miembro, cada sesión o cada que se pueda, un proyecto que le genere beneficios y que la comunidad le pueda ayudar a impulsar.
Conformar un Think-Tank para ideas de emprendimiento, con una bolsa común de proyectos de cual cada emprendedor (o una asociación natural de ellos) saque una idea y la rentabilice.
Enfaticé mucho el tema de la confianza y la credibilidad, como requisitos para que una comunidad coopere. E insistí con mi estadística: el 87% de la gente es buena.
Atacar un proyecto también puede ser una forma de cooperar. Ahí hablé de la creación de «Red Teams» que permitan filtrar ideas. La premisa es que si todos estamos de acuerdo en una idea, puede que algo se nos esté pasando por alto.
En fin… fue un rato muy constructivo y divertido.
Aquí dejo algunas de las fotos del evento… y advierto: regularmente atiendo estas invitaciones muy encorbatado y majo, pero el tono de este encuentro era casual, lo que pueden notar en la galería en Facebook del evento.
Creo que todos podemos estar de acuerdo en que pasamos casi el mismo tiempo con nuestros compañeros de trabajo que con nuestra familia. Y si de vez en cuando tenemos problemas con hermanos, esposas e hijos, tan cercanos que son, ¿no es obvio que esto también pase en nuestro entorno laboral?
Por ello no soy proclive a escuchar chismes y rumores, y menos actuar ante ellos. Somos humanos y eventualmente metemos la pata, sobre todo en situaciones de tensión laboral. Así que si la situación no luce grave, es bueno aplicar la prueba de los Tres Filtros, que leí alguna vez.
La fábula va mas o menos así…
Un día alguien fue a hablarle al gran sabio, y le dijo:
¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?
Un momento –respondió el sabio– antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba: la de los Tres Filtros.
¿Los Tres Filtros?
Sí, –continuó el sabio– antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno tomar el tiempo de filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo la prueba de los Tres Filtros. El primer Filtro es LA VERDAD. ¿Has comprobado si lo que me dices es verdad?
No… solo sé lo que he oído hablar…
Muy bien, así que no sabes si es la verdad. Continuamos con el segundo filtro, el de LA BONDAD. ¿Lo que quieres decir sobre mi amigo, es algo bueno?
¡Ah no! ¡Por el contrario!
Entonces,–continuó el sabio– quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de su veracidad. Tal vez aún puedes pasar la prueba, sigue estando el tercer filtro, el de LA UTILIDAD. ¿Es útil que yo sepa lo que me vienes a contar de mi amigo?
No, no mucho.
Entonces –concluyó el sabio– si lo que quieres contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil, ¿por qué quieres contármelo?
Pensándolo bien, esta fábula sirve para todo en la vida, ¿no?
La idea es mantener la mente activa, y para ello creo que es una buena idea plasmar cuanta idea se nos ocurra. Por hoy, estas tres:
PRIMERA IDEA: alguien que una los contenidos de e-learning de los MOOC (Massive Open Online Courses) con una Intranet corporativa.
Cuando uno gerencia una organización se da cuenta de lo vital, lo importante e imprescindible de la actualización constante de los conocimientos de los empleados. Y uno (sobre todo yo, que precisamente vendo eso) sabe perfectamente que existen cursos en línea que darán esa solución.
“la educación virtual no está alineada con la cotidianidad corporativa”Tweet This
Pero, y este es un gran pero (en inglés suena más chistoso),la educación virtual no está alineada con la cotidianidad corporativa. Me explico: si un empleado va a hacer un diplomado, te pide permiso para salir un poco más temprano todos los días para ir a su curso y ya: el proceso quedó inserto en el día a día. Uno ya sabe que no cuenta con ese empleado a esas horas, y él muy posiblemente estará muy juicioso estudiando sin pensar en nada más.
Cuando uno le compra un curso de estos en línea a un empleado, se genera un problema bien serio de gestión y control organizacional. ¿Cómo respetarle el horario de estudio, si uno ve que está ahí sentado y «parece» disponible porque «solo» necesita hacer pausa para atender ese urgente requerimiento de última hora que no se procesaría en caso de que estuviera por fuera de las instalaciones?
Ya todos sabemos de memoria cómo es esto:
Una vez una tecnología entra a una organización, se necesita un cambio de cultura para incorporarla al ADN corporativo.
Y creo que las intranets podrían servir a ese propósito. Una Intranet bien desarrollada podría des-agendar al empleado en todas sus horas de estudio, podría ir entregando contenidos inteligentemente para que el estudiante pudiera usar sus tiempos de ocio para hacer tareas o adelantar asignaturas, y obviamente podría usar su componente social para anunciar a los cuatro vientos ese «Excelente» que sacó en un área específica, reforzando la aprobación del grupo.
Eso sólo una idea que podría potenciarse mil veces. Si la desarrolla, se la compro. 🙂
SEGUNDA IDEA: Hacking Ético para Pequeñas y Medianas Empresas.
Ojo: muy posiblemente esto ya existe y yo, que soy medio ignorante en todo lo que ignoro, lo ignoro. ¿Me hice entender?
La cosa es que las soluciones de hacking ético son muuy grandes y diseñadas para grandes corporaciones. Básicamente consiste en contratar una empresa de hackers que buscan vulnerabilidades en las redes de la empresa y le dan indicaciones sobre posibles soluciones. Algunas, incluso, desarrollan la misma solución. El problema es que esto exige un presupuesto tan grande como el riesgo que corre la empresa en caso de ser vulnerada (pérdida de datos, confidencialidad de los mismos, etcétera), lo cual hace que los servicios de «white hat hackers» (o hackers de sombrero blanco, vaya usted a saber por qué) sean carísimos y no estén a disposición de una mediana o pequeña empresa.
“si un Ingeniero de Sistemas versado en cuestiones de seguridad ofrece un servicio simple de detección de vulnerabilidades por, digamos, unos quinientos dólares, tendría muchas empresas interesadas”Tweet This
Pero ya casi todas las PYMES tienen «algo» en la nube. Puede ser el correo electrónico corporativo, o un repositorio en Google Docs, unos archivos en dropbox o el acceso a la página web desde donde se reciben algunos pedidos o contactos. Estoy seguro que si un Ingeniero de Sistemas versado en cuestiones de seguridad ofrece un servicio simple de detección de vulnerabilidades por, digamos, unos quinientos dólares, tendría muchas empresas interesadas.
Se ofrecerían unas tres iteraciones para que el cliente corrija los errores de tal forma que después de la primera detección pudiera llamar a un amigo que le tape los huecos de seguridad, para después ser evaluado por segunda vez, y así hasta un tercer y definitivo diagnóstico; eso sí, creo que no sería buena idea entrar a solucionar esos problemas (lo cual lo convertiría en juez y parte y lo metería en camisa de once varas).
Se me hace muy fácil de mercadear, aunque estoy convencido que hay un trabajo muy fuerte en el área legal en donde la empresa hacker debería protegerse.
Pero que se puede, se puede. Yo también compraría estos servicios.
TERCERA IDEA: un servicio que te presente un «problema de gestión empresarial» al día.
Algo como brilliant.org, que cada día te presenta un problema matemático o científico (no más de uno) y te enseña a resolverlo en caso de que te sea muy difícil.
Creo que para los líderes de la empresa (directores, coordinadores y todo aquel con responsabilidad estratégica) es vital mantener los conocimientos en liderazgo y gestión bien actualizados. Así que un servicio como esos, que te haga preguntas diarias que tengan respuesta única, sería un hit, sobre todo si le envía los resultados a tu jefe.
Ahí ganan todos… si somos empleados y nos está yendo bien, nos pueden ascender. Si nos va regular, pueden invertir en nuestra actualización profesional. Y si somos el jefe, tanto mejor por las mismas razones anteriores.
Ahí les dejo las ideas. Si capitalizan una de ellas, me deben un café. 🙂
En el paquete de todo adulto contemporáneo se puede encontrar tenis para trotar, dieta vegana-vegetariana-frutívora, bicicleta para el fin de semana, meditación y cava de vinos. En esta última onda me sumergí (literalmente): catas, lanzamientos, suscripciones, y un largo etcétera que me dejó muy, muy frustrado. Después de muchas noches «estudiando» los frutos de la enología, a duras penas lograba saber si un vino era tinto o blanco. Y eso.
Lo caro sale caro
“los expertos en vino tampoco pueden reconocer un vino barato de uno caro”Tweet This
Pero jamás pude distinguir un vino barato de uno caro. Así que lo único que podía hacer era confiar en los expertos, y someter mi incauta billetera a su criterio. Obviamente, entre más caro era y mejor evaluado era por dichos «expertos», más sentía que me debía gustar. Afortunadamente, existe gente como Robin Goldstein, quien puso a prueba a varios connoisseurs usando muchas técnicas, para lograr un solo resultado: los expertos en vino tampoco pueden reconocer un vino barato de uno caro. Goldstein llevó su teoría al extremo: creó un restaurante ficticio con el cual ganó un Premio a la Excelencia con vinos que habían sido rechazados en años anteriores por parte de la misma organización que le dio el galardón. Solo les hizo un cambio: les subió dramáticamente el precio. Los «expertos» sucumbieron a la percepción inicial de «si es caro debe ser bueno» y no pudieron reconocer los vinos que calificaron mal solo unos meses atrás.
Mi tema, para ser sincero, no es el vino. El asunto es que así como esos conocedores del vino, existen muchos jurados de-facto de ideas ajenas, o guías de emprendedores que piensan tener la verdad revelada sobre las ideas de negocio, y muy posiblemente terminen matando buenas ideas simplemente por rendirse a percepciones distintas al producto mismo.
Aprender a aprender
“si a alguien ha ido bien es porque hubo una dosis de talento, suerte y trabajo que se combinó en distintas proporciones”Tweet This
El truco aquí es aprender a aprender de los que se llaman «expertos». Escuchar más lo que NO se debe hacer que sus «rutas seguras al éxito», que son un cliché mentiroso. Entender que si a alguien ha ido bien es porque hubo una dosis de talento, suerte y trabajo que se combinó en distintas proporciones. Aprender a aprender de los expertos debe incluir también entender su proceso, más que el inicio o el fin. Por ejemplo, entender que a Bill Gates no se le aparecieron todos esos millones por un conjuro mágico, sino porque dedicó miles de horas a programar en uno de los únicos tres computadores disponibles en Lakeside hasta que visualizó una idea que lo llevó hasta donde sabemos. En ese proceso tomó decisiones e hizo virajes que no estaban en los libros de negocio hasta ese momento. Bajo esa lógica, ¿por qué el ingrediente del éxito de un nuevo emprendedor debería estar escrito? ¿dónde queda entonces la innovación?
Dave Grohl, quien fue el baterista de Nirvana y ahora es líder de Foo Fighters, la tiene más clara que muchos expertos en negocios cuando habló acerca de los muchachos que eran rechazados en American Idol o La Voz: «¡Están destruyendo la próxima generación de músicos!, los músicos deben ir a comprar una batería hecha trizas, llevarla a su garaje y tocarla, y traer amigos que toquen igual de mal. Tocarán, se lo pasaran increíblemente bien y de repente se convertirán en Nirvana».
Ese es el camino: una buena idea, un poco de rock, un buen vino y de fondo, muy al fondo, casi que sin que se alcance a escuchar, el consejo de algún experto.
Mi profesor de física en el colegio tenía el carisma de un Senador de la República y la pedagogía de Gina Parody; con esa virtuosa combinación me parece a estas alturas un milagro que una de sus enseñanzas sea una de las pocas que me quedó de esos tiempos. «Zuluaga, dígame, ¿cómo se mide el frío?». «Esteee… ¿en centígrados?»; «No, Zuluaga, no sea bruto, tiene cero. El frío no se mide porque no existe».
“el frío como propiedad física no existe… lo que sí existe es la ausencia de calor”Tweet This
Y sí. Resulta que el frío como propiedad física no existe… lo que sí existe es la ausencia de calor. Siendo estrictos académicamente, no podemos decir que «está haciendo frío», sino que «no está haciendo calor». Y esto se aplica a un montón de cosas, entre las cuales están las relaciones interpersonales, y, cómo no, los negocios.
En los negocios, el «odio» se puede revertir
Veamos: si Pepito «odia» a Juanito, piensa permanentemente en él, su presencia le perturba, está pendiente de qué hace, y de hecho le afecta cualquier cosa que Juanito haga.
“el odio es un sentimiento más afín al amor que a la indiferencia”Tweet This
Según eso, podemos estar todos de acuerdo, el odio es un sentimiento más afín al amor que a la indiferencia. Sin embargo, sanar esa relación puede ser posible y dado que hay puntos en común, hay chance.
Si alguien «odia» nuestra marca o nuestros productos o servicios, convertir a esta persona es mucho más fácil y menos costoso que hacerlo con alguien indiferente, dado que ya hay una relación creada y le conocemos, sabemos qué quiere y cuánto nos costará convencerlo de querernos de nuevo. Siguiendo con la analogía de la física, es una relación a la que le falta calor. La solución, pues, es obvia.
Cuando no existimos para el mercado: ese SÍ es un problema
Pero con alguien que no nos conozca la dinámica es distinta. Ahí no hay frío, sino falta absoluta de calor. No hay amor, sino indiferencia total (hasta sería mejor que hubiera odio, porque es más fácil de resolver), por lo que es menester abordar el asunto con otras técnicas. En toda empresa debería existir alguien pensando en cómo llegar a quienes no nos conocen, y esa es la génesis de un departamento de mercadeo.
Con esa noción, los objetivos cambian: ya sabemos que no debemos interactuar de la misma forma con alguien con quien ya tenemos una relación de negocios, porque a esa persona ya la conocemos. Lo que debemos hace es conocer a quienes no nos conocen, entender sus hábitos, qué le mueve, a quién le han comprado antes, qué hace que no nos conozcan aún, y sobre todo, cuál sería el estímulo requerido para que aceptara iniciar una conversación con nosotros.
Metiéndole inteligencia
“Romper la indiferencia no es fácil si no conocemos a quien queremos seducir”Tweet This
La Inteligencia de Mercados es una rama del mercadeo que toda empresa, grande o pequeña, debe asumir como parte vital del engranaje corporativo. Romper la indiferencia no es fácil si no conocemos a quien queremos seducir, por la misma razón que la tasa de éxito de los galanes que se acercan a bellas damas en un bar es tan baja. Puede que a algunos les funcione, pero en términos generales el no tener un punto en común para iniciar una conversación acaba con cualquier iniciativa, y con el ego de muchos. Y para romper la indiferencia es necesario hacer la tarea: investigar a quienes queremos conocer.
Y pensándolo bien, si mi profesor de física hubiera entendido esto, seguramente hoy muchos de mis compañeros y yo nos hubiera seducido la física y estaríamos con una bata blanca en un laboratorio.
Tenemos opiniones para todo, y todo el día la pasamos opinando sobre lo divino y lo humano: sobre religión, política, farándula, música, economía y un largo etcétera. Y aunque con eso saciamos a ese pequeño tirano que muchos tenemos dentro, un tirano que busca que todos los demás piensen como nosotros (y en caso contrario a nuestro ególatra interior que busca llamar la atención yendo en contra del mundo), hay algo que tienen en común muchas de esas opiniones: o son copiadas o no han tenido ni dos minutos de reflexión. Y como con las opiniones, los que nos metemos en el cuento de los negocios sufrimos de lo mismo: vamos tomando decisiones basados en percepciones y opiniones de otros.
Un ejemplo… ¿es la devaluación buena o mala?
“muchos tenemos una opinión sobre temas complejos sin haber analizado dos minutos su real profundidad”Tweet This
Hace unos días escuché a un amigo criticar al gobierno actual por la subida en el precio del dólar, y alabar al gobierno anterior por haberlo mantenido bajo. Su tesis era que devaluar era símbolo de debilidad económica. «Interesante, pero debatible», pensé parodiando a un divertido personaje de la televisión (que ni me pregunten quien es porque no recuerdo)… al fin y al cabo, si sube el dólar sufren los importadores, pero ganan los exportadores, el turismo y la producción nacional (que reemplaza lo que se deja de importar); y si baja el dólar veremos muchos productos importados baratos(sale más barato pedir por Amazon que a Televentas), habrá más cacaos vacacionando en Miami, la industria nacional se ve urgida a innovar para sobrevivir y se incrementa el consumo y con ello la rotación de efectivo. ¿Qué es mejor? ¿La devaluación o la revaluación?. Les ruego me perdonen la simplificación tan canalla de un tema tan extenso, pero ese justamente es mi punto: muchos tenemos una opinión sobre temas complejos sin haber analizado dos minutos su real profundidad. Y deberíamos.
“La intuición sirve mucho más cuando hay información”Tweet This
En la empresa de hoy basarse únicamente en percepciones y opiniones para tomar decisiones es un peligro. La intuición sirve mucho más cuando hay información; por ello es vital evitar guiarnos por percepciones del tipo «es que a nadie le gustó el producto» o «todos creen que ese servicio debe cambiar».
Adiós a las generalizaciones
De hecho, y es una regla en mi empresa, es necesario eliminar los absolutismos en la información recogida para la toma de decisiones: «a todos», «a nadie», «todo el mundo dice» y expresiones de este tipo deberían quedar por fuera de cualquier sesión de ideas. La respuesta directa es «¿A cuántos exactamente no les gustó?», «¿Qué porcentaje del público recibió bien el producto?», «¿Cuánto se vendió en proporción a quienes recibieron información del servicio?»… esas son preguntas que abandonan el terreno de la especulación y la percepción y nos dan terreno firme para decidir.
Ahora, no se trata de irse al extremo y no usar nuestra visión y olfato para solo confiar en las cifras. Las cifras de la posible aceptación de una tableta eran muy bajas, lo cual le importó muy poco a Steve Jobs, quien terminó lanzando el iPad con un éxito monumental. Y yendo un poco más atrás, Ford (el pionero del automovilismo) dijo «si hubiera preguntado a la gente que quería, me hubieran dicho que caballos más rápidos«.
En resumen: al tomar decisiones, es preferible usar información que la intuición, la cual regularmente está sesgada por opiniones y percepciones, más que por datos.
Desde hace poco más de un año me dejé contagiar del espíritu «runner». Cual Forrest Gump, un día salí corriendo y ya llevo más de 1.000 kilómetros acumulados; no soy velocista ni busco romper marcas, pero me lo gozo, sobre todo por un factor específico… los recalentamientos. Básicamente, es una buena práctica en este deporte hacer pequeños spints que le enseñen a tu cuerpo a responder cuando se necesita un esfuerzo extra.
El asunto es que la habilidad de responder al sobre-esfuerzo debe practicarse.
“en los momentos de comodidad, es cuando se necesita hacer un sprint, revolucionar el aparato y poner a todos a ver estrellas durante un rato”Tweet This
Es natural que los equipos de trabajo, sobre todo cuando son buenos y cohesionados, entren en zonas de confort. Al fin y al cabo, si ya todos los piñones están sincronizados y la maquinaria aceitada en su totalidad. ¿Para qué preocuparse de más?. Pues en los momentos de comodidad, es cuando se necesita hacer un sprint, revolucionar el aparato y poner a todos a ver estrellas durante un rato. Una vez terminado el sobre-esfuerzo, la siguiente vez que se requiera ya no será tan traumático, como he podido comprobar tanto en la mis carreras matutinas como en mi empresa.
Y es que en mi práctica empresarial hago esto con regularidad: sin previo aviso, recaliento la maquinaria corporativa. Una estrategia sorpresa de ventas («empaquetemos 3 productos y los ponemos al 50% pasado mañana»); producción extra («aumentaremos el tiraje tal libro en 1.000 ejemplares y produciremos 100 páginas más de contenidos»); simulacros de recuperación ante fallos catastróficos («hagamos de cuenta que nos hackearon todos los sistemas… ¿cuánto tiempo nos demoramos en recuperarnos?»); o cualquier otra estrategia en las áreas de producción, distribución o de soporte del ecosistema empresarial es válida para sacar al equipo de trabajo de zonas de confort y probar su verdadera capacidad de respuesta, ya sea sorpresa o programada con anterioridad.
“debemos tener claro qué es lo que esperamos lograr, y en caso de que no se consiga, buscar correctivos”Tweet This
Planearlo, sin embargo, no se debe hacer a la topa tolondra: las personas no están acostumbradas a estos ejercicios en donde la presión es un factor fundamental, así que debemos tener claro qué es lo que esperamos lograr, y en caso de que no se consiga, buscar correctivos para el siguiente sin entrar en cacerías de brujas o despidos masivos; de hecho, es importante evitar hacer de estos ejercicios un mecanismo de filtro de personal: si alguien demuestra poca capacidad de reacción, esta es una oportunidad para entrenarlo y descubrir cuáles pueden ser sus habilidades en casos de crisis.
Por poner unos ejemplos, ¿cómo reaccionaría su empresa en alguna de estas situaciones?
A las 8am nuestro banco anunció que se quebró y que no podemos contar con el dinero que hay en él.
El Gerente Operativo se ganó el baloto y llamó esta mañana desde Australia a decir que qué pena, que no volvía.
La competencia copió nuestro principal producto y tienen el triple de nuestro presupuesto para mercadear.
Nos hackearon y estaremos fuera del aire dos días.
“los mejores líderes son aquellos que saben hasta qué punto pueden inventarse crisis para sacar a su equipo de zonas de confort”Tweet This
Los mejores conductores de Fórmula 1 son los que saben hasta qué punto pueden revolucionar el motor, así como los mejores corredores saben hasta dónde debe llegar el sprint para que el entrenamiento no lo deje lesionado. Corporativamente, los mejores líderes son aquellos que saben hasta qué punto pueden inventarse crisis para sacar a su equipo de zonas de confort y tener bien sincronizado todo el mecanismo de gestión corporativo para cuando venga una de verdad.
Por último, no olvidemos que es un ejercicio, y que incluso Forrest Gump supo cuándo parar.
“»la cultura emprendedora karaoke»: intentar seguir al pié de la letra lo que otros han inventado, imitar sin pensar lo que a otros ha funcionado, no entender que seguir el guión de un genio no nos hace geniales”Tweet This
“cambió el entorno y no estaba preparado para ello”Tweet This
“imagíneme con cara de asustado incendiando con un soplete una pila de billetes”Tweet This
Cuando un salón de conferencias se convirtió en un paredón
Recuerdo que en esa sala de conferencias había unas doscientas personas cuando inicié la presentación final de mi proyecto, en un tiempo que tenía una empresa de desarrollo de software; en la audiencia veía rostros conocidos, y a medida que llegaban les saludaba con la familiaridad que daban más de seis meses de convivencia con el equipo de trabajo gubernamental de un Ministerio, mi cliente en esos momentos. Empecé confiado a presentar y entregar mi producto, feliz de terminar mi proceso de implantación. Media hora más tarde la misma audiencia había arrasado, despedazado y demolido mi proyecto… para hacerlo más gráfico, imagíneme con cara de asustado incendiando con un soplete una pila de billetes, que en términos figurados fue lo que hice al estropear tan importante proyecto. Eso no fue lo único: unos meses después, a este fracaso le siguió mi compañía que había dado empleo a más de 40 personas, había desarrollado más de un millón de líneas de código y creado un producto que se alojaba en las redes empresariales de 7 de los conglomerados del TOP 20 empresarial en Colombia de la última década del milenio pasado.
El fracaso es malo, no voy a entrar a justificarlo o dar explicaciones metafísicas que minimicen la frustración que sentimos al experimentarlo. Pero si hay algo peor que fracasar es no aprender de él.
En el proyecto que contaba arriba no logré comprender que el entorno en el que me movía había algo de política y mucho de miedo al cambio; así, cuando en la semana anterior a mi presentación se llevó a cabo un cambio en el Ministerio, un cambio político, todas las personas que habían aceptado mis puntuales entregas ahora no estaban, o simplemente, al verse en la necesidad de justificarse ante su nuevo jefe, habían cambiado de opinión. Claramente cambió el entorno y no estaba preparado para ello.
Primera lección aprendida: el mercado objetivo puede cambiar de opinión en cualquier momento.
Hay que tener monitoreadas las variables que le permitan a uno percibir cualquier cambio en el ánimo del mercado, y en eso la clave es la adaptabilidad. Una estrategia de negocio debe, TIENE que ser adaptable a condiciones distintas en el entorno, lo cual traduce, en nuestro viejo sistema de análisis DOFA (Debilidades-Oportunidades-Fortalezas-Amenazas), en que la debilidad de todos lo que desarrollamos cosas radica en la dependencia que generemos de los agentes externos.
La segunda lección: la cultura emprendedora karaoke
La segunda lección de ese fracaso fue el haber seguido lo que podemos llamar »la cultura emprendedora karaoke»: intentar seguir al pié de la letra lo que otros han inventado, imitar sin pensar lo que a otros ha funcionado, no entender que seguir el guión de un genio no nos hace geniales.
El hecho de que YouTube sea un éxito, no quiere decir que yo pueda reproducir su experiencia sin hacer cambio alguno y experimentar la misma victoria. Yo intenté seguir la letra y la música de otros en un negocio que necesitaba innovación y creatividad. Metí la pata, con la diferencia que al que canta mal en aquel bar karaoke un jueves en la noche lo reciben con risas y burlas amistosas en su mesa. A mí me recibió el duro asfalto del fracaso empresarial.
Dos lecciones finales:
Debemos desarrollar resiliencia, que es la capacidad de permanecer en la lucha a pesar de los fracasos, la capacidad de levantarse ante las caídas.
Y no olvide que los únicos que no se equivocan son los que no hacen nada.
“muchas de las empresas más grandes del mundo aplican este principio: apuntar a las estrellas para llegar al cielo”Tweet This
“Los negocios con sentido del propósito son los que perduran”Tweet This
“emprender, fracasar, sobreponerse, aprender y repetir”Tweet This
Levantarse todos los días a trabajar es suficientemente duro como para que, además, lo hagamos sin un propósito más alto que sobrevivir o ganar dinero. Iniciar un negocio, perseverar en una idea, vivir los momentos duros y celebrar los triunfos con la certeza de que a la mañana siguiente debemos levantarnos con la resaca de la felicidad pero la consciencia de que se inicia un nuevo día con la cuenta otra vez en cero: emprender, fracasar, sobreponerse, aprender y repetir… y para los días de bonanza emprender, triunfar, dejar de levitar, aprender y repetir.
La misión y el propósito no necesariamente son corporativos: deben hacer parte integral de nuestra práctica personal si no queremos aburrirnos y mandar todo para la porra.
A los empresarios se nos critica muchas veces por no saber diferenciar la vida personal de la vida profesional. Las horas de sueño se nos trocan, dejamos a un lado algunas cosas también importantes, como el deporte y los amigos, y en casos extremos –pero no por ello poco comunes– nos aislamos en el quehacer de nuestras nacientes empresas. Todo eso es terrible, lo sé, y no voy a excusarlo; lo que podemos hacer es usarlo a nuestro favor: si tan fundidos estamos en nuestra visión empresarial, ¿por qué no le insertamos al negocio un poquito del sentido del propósito que ahora tiene nuestra vida?
Los negocios con sentido del propósito son los que perduran: la misión de Google es darle orden a la información del mundo; la de Facebook es dar poder a la gente para hacer un mundo más abierto y conectado; Microsoft quiere que todos los seres humanos alcancen su potencial; Wal Mart dice ayudar a la gente a ahorrar dinero para que puedan vivir mejor; Toyota quiere construir una sociedad más próspera a través de la industria automovilística; Monsanto, la multinacional de los alimentos, pretende combatir el hambre rural.
¿Ya notó el patrón? Los ejemplos anteriores son de compañías cuyo objetivo no se centra únicamente en «ser los mejores del mercado» o «crear valor financiero para nuestros accionistas»: estas megacorporaciones quieren cambiar el mundo (que lo hagan o no es harina de otro costal). De hecho, si hace la tarea y revisa sus misiones corporativas, encontrará que muchas de las empresas más grandes del mundo aplican este principio: apuntar a las estrellas para llegar al cielo.
Ese sentido del propósito es fundamental, no solamente para que la empresa sobreviva a toda la andanada de circunstancias con las que viene el día a día y que nos hacen replantear planes de negocio con la velocidad que cambiamos de camisa, sino para darnos más alientos al despertar. Cuando sabemos que nos levantamos a trabajar no solamente por un beneficio personal, sea económico o de realización profesional, sino por una misión más alta, más ambiciosa que nosotros mismos, el sentido del propósito que trae ese nuevo convencimiento es insuperable.
El famoso director creativo Roberto Wong, dice que Google se guía bajo los principios de las 4 p’s: propósito, gente (people), productos y procesos. En ese orden, recalca Wong: sin propósito no habrá bases que fundamenten ninguna empresa, ni habrá razones que persistan al influjo de tiempo y las adversidades que nos hagan levantar felices cada mañana a trabajar y soñar.
Por ejemplo, no podemos pedir una sociedad justa, libre y equitativa: si es justa, los que trabajen más ganarán más; si es libre, los padres heredarán a sus hijos su fortuna, así estos no se lo merezcan; y si es equitativa, todos iniciaríamos nuestra vida con la misma cantidad de dinero. Solo dos de estas opciones pueden convivir: si una sociedad es libre y justa, no será equitativa; si es justa y equitativa, no será libre; si es libre y equitativa, no será justa. Que entre el diablo y escoja, porque nosotros no nos hemos podido poner de acuerdo.
Ahora, la vida de los negocios plantea un reto más o menos parecido que nos ha tocado vivir a empresarios, emprendedores y en general a todos los que prestamos servicios a cambio de dinero: el trilema entre bueno, barato y rápido. No creo que sea necesario ahondar más, porque la figura que ilustra este artículo deja el asunto más o menos claro respecto a las opciones que podemos dar a quienes nos compran nuestros servicios.
La delgada línea
Lo que creo que es importante es recalcar la necesidad de pararse en la raya, y evitar la tentación de contemplar la posibilidad de permitirse ofrecer la última opción del trilema:si nuestro cliente quiere nuestro producto o servicio rápido y barato, debería buscar en otra parte. Y la razón está en nuestra condición humana, tan ingenua, ambivalente y proclive a las falsas esperanzas: si uno ha pagado algo, así sea barato, y así nos hayan advertido hasta la saciedad que si hubiéramos pagado más podríamos recibir algo de mejor calidad, no dejamos de decepcionarnos cuando se rompe, o no funciona, o no presta el servicio que nuestra ilusión (y falta de presupuesto) compró.
Y esa decepción es veneno puro para cualquier emprendedor: la marca del producto sufre con este tipo de decepciones y sería irrelevante si el asunto se quedara así. Pero estamos en el mundo de las redes sociales, en donde las hormigas tienen megáfonos, en donde cualquiera que susurre una decepción cuenta con un aparato de perifoneo digno de payaso del centro, que hará enterarse de ella a mil más.
La sabiduría popular empresarial ha acuñado la Regla del Cuatro: si un cliente ama su producto le contará a cuatro amigos; si lo odia, a dieciseis (cuatro al cuadrado). ¿Valdrá la pena el riesgo?
Pero si repasamos las otras dos opciones vemos que hay formas más elegantes de quedarnos con el cliente.
¿Qué alternativas ofrecer para evitar el trilema?
Si le ofrecemos una solución rápida y de buena calidad, siempre podremos idear un esquema que combine el precio con formas de pago para que la compra sea factible desde el punto de vista finnaciero. Créame, si un gerente recibe una propuesta de solución buena y rápida, no tendrá reparos en pagar un poco más si además la propuesta se alinea con lo que piensa recibir en beneficios al mediano plazo. Y si le ofrecemos una solución económica y buena, sería muy inteligente combinarla con un cronograma de entregas que alivie la presión de tiempos de su cliente.
Eso sí, jamás de los jamases contemple la posibilidad de dar algo menos que excelente, porque su siguiente trilema será la bancarrota, la liquidación o la deshonra.
“las personas no solo pagan por los contenidos, sino por el prestigio de quien le certifica”Tweet This
“¿qué es más fácil? ¿Que el contador destine más dinero para educarse o que la educación sea más barata?”Tweet This
“La algoritmia y la programación son experticias complejas, pero extremadamente útiles, y son compatibles al 100% con el pensamiento contable”Tweet This
“La combinación algoritmia + pensamiento contable es absolutamente ganadora, no tengo la menor duda”Tweet This
“aprender a programar es aprender a pensar”Tweet This
“Ya Excel y sus sumas no es lo único que usamos: ya estamos usando prinicipios de Business Analytics y Data Warehousing”Tweet This
“con esto pondremos al profesional de la Contaduría en el lugar que se merece en la jerarquía organizacional”Tweet This
“para uno saber si algo es adecuado, debe tener un profundo conocimiento de los procesos del negocio y la forma como deben estar modelados”Tweet This
“Cualquier formación en tecnologías de punta impartida en las aulas acabará estando desactualizada al momento de que el profesional la aplique en su trabajo del día a día”Tweet This
En el marco del Primer Congreso Internacional de la Contaduría Pública, en Pereira, Colombia, me invitaron a hacer una ponencia sobre el futuro de la educación del Contador Público. Esta fue la ponencia… y abajo, la transcripción.
Transcripción
En actualicese.com hemos estado luchando en los últimos 14 años con la difícil tarea de darle sentido al proceso de formación, desarrollo y capacitación del Contador Público; pero nuestra perspectiva no está tan ligada a la estructura académica que corresponde a procesos formales de capacitación profesional como el que se desarrolla en los entornos universitarios, sino a lo que requiere el Contador Público en su día a día; eso hace que en nuestra experiencia estemos más cercanos al desarrollo de capacidades específicas del entorno empresarial, para lo cual debemos entregar conocimiento y entrenar las habilidades técnicas y funcionales del profesional. Por ello, encuentro muy relevante los tópicos respecto al entrenamiento en capacidades tecnológicas del Contador Público.
La IFAC dice que el Contador debe tener competencias tecnológicas
Pero entremos en materia: en el documento sobre las Normas Internacionales de Formación en Contaduría de la IFAC, en el punto 8 de la IES número 2, dice textualmente que el componente de la tecnología de la información que debe integrarse en los contenidos de los programas de formación profesional en Contaduría debe incluir un conocimiento general y de control de las tecnologías de la información y deben desarrollarse competencias en el control y uso de dichas tecnologías; además, recalca la IFAC que también se debe incluir una mezcla de las competencias correspondientes a las funciones gerenciales, de evaluación y de diseño de los sistemas de información.
Es claro que este enfoque es correcto, pero que debe ser mucho más específico al momento de la generación de un plan de formación que genere una sólida estructura sobre la cual se pueda capacitar y actualizar al profesional, porque todos sabemos que la tecnología cambia a mucha más velocidad de lo que alcanza alguien a actualizarse. Cualquier formación en tecnologías de punta impartida en las aulas acabará estando desactualizada al momento de que el profesional la aplique en su trabajo del día a día.
En la revisión de este estándar que será efectivo a partir del primero de Julio de 2015, ya disponible en la página de la IFAC, se resalta que las competencias técnicas de un contador deben incluir las competencias para elaborar reportes financieros, administración y management, tributación, aseguramiento y auditoría, gobierno corporativo, gestión de riesgos, control interno, normatividad y regulaciones, economía, estrategias de negocios y tecnologías de información.
En este último punto, que es el tema que estoy tratando, la IFAC no termina ahí: indica que el Contador Público debe estar formado en tres puntos específicos…
1. El CP debe estar formado en análisis y evaluación de Tecnologías de la Información
El primero, debe poder analizar si los controles de las tecnologías de la información y las aplicaciones corporativas son adecuados. Ojo con esto: para uno saber si algo es adecuado, debe tener un profundo conocimiento de los procesos del negocio y la forma como deben estar modelados para que el sistema contable, el ERP, los CRM o cualquiera de los programas que se encargan de controlar la actividad de la empresa estén acordes a ellos. Esto es muy importante: la IFAC no aspira a que el contador solo sepa en qué consisten esos sistemas, sino que además de saber, conozca en profundidad cómo se unen ellos con el día a día de la empresa, con los tornillos y los engranajes.
2. También debe poder explicar el alcance las aplicaciones corporativas
En segundo lugar, la revisión para el 2015 de la Norma Internacional de Formación número 2 pide que el Contador Público pueda explicar cómo dichas aplicaciones corporativas contribuyen al análisis de datos y la toma de decisiones dentro de la empresa. Si logramos formar Contadores con este perfil, señoras y señores, estamos dando un gigante paso hacia la consolidación del Contador Público como un consultor de primer nivel en la jerarquía empresarial, sacándonos de la tradicional teneduría de libros y de la gestión de relaciones con el sector gobierno, que es un papel mínimo para las posibilidades que realmente tenemos como profesionales.
Esto es importante: en el momento en que el contador público esté en capacidad de hacer una evaluación certera del flujo de datos de una organización y la forma como dichos datos puedan ser tratados como insumo para la toma de decisiones, no sólo estaremos dando un paso gigante hacia la automatización de las labores del día a día que tiene como consecuencia muy deseable que se pueda dedicar más tiempo a agregar valor a los procesos de decisión en las direcciones y la gerencia, sino que con esto pondremos al profesional de la Contaduría en el lugar que se merece en la jerarquía organizacional.
3. … y debe poder tomar decisiones basado en Business Analytics
Por último, resalta la IFAC en el tercer punto sobre las Tecnologías de la Información que debe dominar el Contador Público que este debe poder tomar decisiones de negocios basado en datos de Business Analytics, que en términos simples es el compendio de información sobre el estado del negocio, del entorno y de nuestra relación con él, además del necesario benchmarking para saber si los indicadores de gestión empresarial corresponden a los de empresas similares del mismo sector, algo que está disponible mediante numerosas herramientas online ya existentes pero que pocas empresas usan, ya que para poder hacerlo se requiere una contabilidad ordenada, que siga los estándares para poder implementar criterios de comparabilidad.
Todo lo anterior recalca la importancia de la formación en tecnologías de información al Contador, y la razón es obvia: estamos en el siglo XXI, por Dios, y no podemos pensar que seguiremos haciendo nuestro trabajo sin contar con las herramientas avanzadas que ya se están volviendo más asequibles y más baratas. Ya más y más universidades están empezando a formar profesionales en línea, y desde el sector privado, más específicamente en las casas de software, se están preocupando por mantener actualizados a los contadores a través de internet. Ya Excel y sus sumas no es lo único que usamos: ya estamos usando prinicipios de Business Analytics y Data Warehousing cuando interactuamos con sistemas que nos arrojan tanto información tributaria para la administración de impuestos, como Estados Financieros y Balances para la alta gerencia.
En actualicese.com hemos sido testigos de que el profesional de las áreas financieras y económicas más cercano a la tecnología es el Contador Público: los sistemas de información que usamos en el día a día requieren de nosotros tener computadores de última generación; la misma dinámica de actualización del caos tributario que tiene nuestro país nos obliga a capacitarnos en línea, ya que no tenemos tiempo de ir a todos los eventos que todos los días se producen. De hecho, si un Contador Público fuera a todos los eventos de actualización profesional que debiera ir en el transcurso del año para mantenerse al día en la cambiante normatividad de nuestro país, tendría que invertir un promedio de 14 millones de pesos y 35 días hábiles por año… ¿quien tiene tanto tiempo y tanto dinero?
Por eso la actualización de las competencias profesionales del Contador Público, supremamente necesaria para su ejercicio profesional, se hace mejor en línea.
Mis dos granitos de arena para esta discusión: uno sobre el qué, y otro sobre el cómo estamos llevando los procesos de formación del Contador Público.
¿Debería saber el contador acerca de principios de programación?
En este momento hay un movimiento liderado por Bill Gates, Mark Zuckerberg (el dueño de Facebook) y otros pioneros del mundo digital en donde estuvo también Steve Jobs, el genio detrás de Apple. Dicho movimiento propende por la enseñanza, desde las aulas de educación básica, de fundamentos de programación, bajo un supuesto simple: aprender a programar es aprender a pensar. Creo que tienen razón: los Contadores Públicos deberían tener una formación básica en programación, porque estoy convencido que el profesional de la contaduría tiene en su estructura cognitiva una afinidad clara con los fundamentos algorítmicos.
La respuesta es sí… por:
Y creo que Supermán quedaría en pañales al lado de un profesional contable que sepa de programación, por tres razones básicas:
Primera: el contador aprenderá a resolver las cosas más ágilmente.
Gran parte de la información en las empresas están almacenados en sendas bases de datos, de las cuales para extraer cifras sólo es posible a través de los reportes estándar del software instalado. Algunos informes no son tan obvios, y requieren filtros y conexiones internas que no son fáciles de procesar. La solución típica es exportar sábanas de datos en hojas en excel y trabajar durante horas depurando estos informes. Con ciertos conocimientos de algoritmia, extraer información de las bases de datos corporativas será mucho más fácil y hará mucho más ágil nuestro trabajo: Excel es una maravilla, y soy su mayor defensor (he dicho antes que “en Microsoft a los inteligentes los mandan a hacer Excel y a los tontos a hacer el software que instala impresoras”), pero si sabemos cómo pedir al Ingeniero de Sistemas cierta información basados en sentencias algorítmicas y un poquitín de SQL (que es el lenguaje usado para interactuar con bases de datos), el Contador Público será el nuevo superhéroe en la empresa actual.
Segunda: pensar algorítmicamente permite ver TODO más claramente
El pensamiento algorítmico es una disciplina que se puede adquirir con tiempo, pero paga su recompensa en la capacidad de resolución de problemas de mediana y alta complejidad con relativa facilidad. Este tipo de estructura mental no es ajena a los profesionales de las áreas contables, de quien sus labores exigen un mínimo de orden y lógica. Y además, es divertido. He visto ejemplos de Contadores Públicos gomosos de la programación, que cuando abordan un problema, digamos, tributario, desde una perspectiva algorítmica encuentran soluciones que otros tardan más en encontrar. Además, no hay que dejar de lado las habilidades inherentes a la profesión contable: la atención por los detalles y el olfato auditor hacen una combinación envidiable cuando se mezcla con el quehacer tecnológico. La combinación algoritmia + pensamiento contable es absolutamente ganadora, no tengo la menor duda.
Tercero: eleva el nivel de la conversación corporativa…
…y convierte al Contador Público en consultor, que es lo que al fin y al cabo quiere lograr la IFAC con las Normas Internacionales de Formación que discutimos hoy.
En las disciplinas administrativas es bien sabido que quien sobresale no necesariamente es el que más sabe, sino quien aporta más soluciones. Pareciera que es la misma cosa, pero no lo es, y todos lo hemos vivido: ¿cuántas veces hemos tenido la solución a un problema en nuestra cabeza, pero por no saber expresarla o estucturarla se queda ahí?
¿En cuántas ocasiones el entender las cifras, los balances , los estados de resultados y el delgado filamento que compone las finanzas de la empresa ha dejado de traducirse en propuestas claras de desarrollo de negocios por el simple hecho de que no podemos acceder a las minucias y el detalle de las operaciones que residen en la toda-conocedora bodega de datos corporativa?
Dar con estos datos y con esta información no se puede hacer sin un conocimiento profundo de las información de la empresa, que no siempre está bien expresada en los reportes contables, sino que provienen de otra realidad que el mismo Contador Público está en capacidad de mostrar, y que lo hará mucho más eficientemente si con sus recién ganadas habilidades programacionales extrae la información sin necesidad de esperar a que el departamento técnico se digne escuchar sus súplicas.
En resumen, sobre mi primer granito de arena:
La algoritmia y la programación son experticias complejas, pero extremadamente útiles, y son compatibles al 100% con el pensamiento contable, por lo que no creo que un profesional de esta área tenga dificultades abordando su aprendizaje. Las universidades deberían evaluar con seriedad incluir una cátedra de introducción a la programación algorítmica como parte de sus programas de formación en competencias tecnológicas del Contador Público.
Mi segundo granito de arena tiene que ver con la forma como nos estamos formando.
Como dije antes, no todos tenemos ni el tiempo ni el dinero para poder formarnos ni actualizarnos: el Contador Público colombiano gasta, según un estudio que hicimos en actualicese.com hace unos pocos meses, un 1% de sus ingresos anuales en actualización profesional. Eso dista muchísimo de ser un presupuesto serio que permita un cambio real en las perspectivas de futuro de cualquier profesional: se necesita cinco veces esa cantidad para cubrir las necesidades mínimas de formación que mejore realmente su nivel de ingresos. Aquí entonces la pregunta es… ¿qué es más fácil? ¿Que el contador destine más dinero para educarse o que la educación sea más barata?
La educación pareciera que, como muchos otros ítems de nuestra canasta de consumo, se rige por el principio que une a la calidad con el precio. Entre más barato, menor calidad. Pero no nos dejemos engañar, porque los factores que encarecen la educación de calidad no están necesariamente en el contenido sino en la forma como se imparte. Un profesor con un máster o con un PHD, es muy caro cuando lo ponemos a dictar clases a 30 personas. ¿Que pasaría si lo hiciera a 300?
Thomas Friedman, ganador en tres ocasiones del premio Pullitzer, decía que según sus investigaciones que «Las grandes rupturas suceden cuando lo que de repente está disponible se encuentra con algo que se necesita desesperadamente«.
Ya vimos lo que se necesita desesperadamente: educación de calidad, pero barata.
Si las grandes rupturas y las revoluciones en un campo específico se dan cuando lo que se necesita desesperadamente se encuentra con lo que justo ahora se vuelve disponible, estamos a punto de ver una revolución de la educación. ¿Por qué? Porque llegaron los MOOCS, los Massive Online Open Courses, que traducen Cursos Abiertos Masivos En Línea, que no solamente están siendo implementados entusiastamente por las Universidades más prestigiosas, como Standford y Harvard, sino que están generando ganancias inesperadas.
Ustedes me dirían, ¿cómo puede ser que dejar los contenidos de los cursos disponibles, gratuitamente, a través de Internet genere ganancias?
Muy simple: porque las personas no solo pagan por los contenidos, sino por el prestigio de quien le certifica. Las universidades que mencioné tienen a grandes profesores, muy prestigiosos, dando cursos a 500 personas en promedio en este tipo de formatos, en donde los costos de infraestructura como ladrillos, aire acondicionado y videoproyectores han sido reemplazados por ancho de banda en Internet y honorarios generosos para los profesores. Con costos mucho menores, la Universidad gana al certificar en los conocimientos impartidos con sendas evaluaciones y muchos menos horas presenciales. Un gana y gana para el estudiante y para la universidad.
Ahora, este esquema aún tiene inconvenientes: solo el 15% de quienes se inscriben a estos cursos terminan graduándose, lo cual es una tasa de deserción muy alta, pero que ha venido mejorando consistentemente con el paso de los años.
Otro factor interesante es que quienes se inclinan más a tomar este tipo de modalidad son quienes ya han tenido la experiencia de tomar cursos presenciales de pregrado. Por ello, la experiencia a nivel mundial con los MOOCs, o Cursos Abiertos Masivos En Línea, indicaría que deberíamos iniciar dando cursos de postgrado, maestrías, diplomados y especializaciones antes de zambullirnos en este esquema con los cursos de pregrado.
Ya este camino está siendo recorrido, y las tendencias de este tipo, aunque se tardan, nos van a llegar tarde o temprano. Ese es mi llamado el día de hoy: acojamos las MOOC, porque estas nuevas tecnologías nos permitirán dar más cobertura con mejores condiciones a los profesionales de la Contaduría.
Finalizo entonces: es muy, muy importante que involucremos las cuestiones tecnológicas en la formación del Contador Público, y en el espíritu de lo que han impartido las Normas Internacionales de Formación de la IFAC, estamos en mora de darle un impulso fuerte a la profesión implementando nuevas ideas y nuevos paradigmas.
Cualquiera puede iniciar una empresa: lo difícil es hacer que dure. Y más difícil aún es volverla rentable.
El bicho del emprendimiento pica a todo colombiano al menos una vez en la vida. Creamos empresas de la nada, ya sea para vender arepas en una esquina o para montarle la competencia a Mark Zuckerberg, influenciados por una combinación de factores: necesitamos dinero, no aguantamos tener jefe o tenemos un sueño.
Lo que pocos saben es que menos del 20% de los emprendimientos sobreviven al primer año. Del porcentaje restante, menos de un tercio sobrevive al tercero, lo que deja claro que es imprescindible que el esfuerzo de la romántica idea inicial tenga respaldo en una estrategia empresarial realista; una que no se quede en rayones en servilletas y esté orientada en cómo hacer que esa nueva cuenta corriente engorde. La noticia buena es que ya muchos hemos pasado por eso y tenemos unos cuantos tips para compartir; la mala es que nadie puede hacerlo por usted.
Lo importante no es tener respuestas, sino hacer las preguntas correctas. Hace algunos meses fui invitado por una entidad del gobierno, que promueve el emprendimiento, a hacer parte del jurado de una convocatoria de jóvenes empresarios con ideas; y no se imaginan cuántos muchachos querían inventarse de nuevo YouTube, Foursquare o Waze.
La pregunta que siempre fallaban era «¿En el mercado ya existe algo parecido?». Y los que tenían ideas realmente originales se veían a gatas para contestar «¿Y cómo piensa generar utilidades?». Nuevamente, el truco está en hacerse las preguntas correctas al iniciar, así que a continuación recopilaré algunas de las que me hago siempre que me reúno con mi equipo de trabajo a crear productos o idear nuevas formas de generar ingresos…
Al investigar: repetir «¿por qué?» 5 veces
Esta idea la recibí de mi padre y nunca dejo de practicarla porque sirve para todo: siempre que quiera llegar al fondo de un asunto, pregúntese 5 veces «¿Por qué?». Haga el experimento, no necesariamente con una idea empresarial sino con cualquier cosa: política, religión o algo que no comprenda. Si no abandona al segundo «¿por qué?», encontrará respuestas interesantes que terminan revelando el verdadero fondo de las motivaciones de las personas. Y esto, al momento de investigar productos o servicios que queremos vender, es invaluable.
En serio, haga el experimento.
Al desarrollar un producto: 5W-2H
Esto lo aprendí de Carina Bark, una experta consultora sueca con la cual tuve la fortuna de trabajar: la metodología de responder las 5W-2H (en inglés what-why-when-where-who-how-how much) permite explorar los mercados de forma exhaustiva y es el principal filtro de ideas sin futuro. El problema del emprendedor no es su capacidad de generar ideas sino su incapacidad de desechar 9 de cada 10 que se le ocurren.
Por ello, al momento de desarrollar un producto responda:
¿En qué consiste?;
¿Por qué (y para qué) alguien lo compraría?;
¿Cuánto tiempo tomará sacarlo al mercado?;
¿En dónde lo distribuiremos?;
¿A qué nicho específico está dirigido;
¿Cuánto costará hacerlo y cuánto le costará al usuario?; y finalmente,
¿Cómo lo haremos?.
No es sencillo ni rápido responder todas estas preguntas pero con perseverancia es posible y… afrontémoslo: crear una empresa es fácil. Lo difícil es sostenerla.
En este lugar pongo mis notas: ideas de negocio, pensamientos en borrador, pedazos de ensayos, citas a trabajos de otros y pequeños relatos (publicados y sin publicar).
Si le gusta un cuento, por favor cuénteme por algunared social; o si alguna idea de negocios le produce dinero, me debe un café. En eso soy irreductible.
21 Sep 2016
Automatizando la cotidianidad para facilitar la innovación
Hay cientos de procesos que uno lleva a cabo exitosamente en solo un día, y su éxito nos pasa desapercibido: nos levantamos a la hora precisa, desayunamos sin envenenarnos, nos dirijimos a nuestro trabajo sin contratiempos, trabajamos… el día a día (que no los días extraordinarios) están llenos de cotidianos éxitos que hemos logrado automatizar, por lo que no celebramos ninguno de ellos. Y es obvio: si no automatizaramos gran parte de nuestra vida todo lo nuevo que viene sería muy difícil de procesar.
En el mundo empresarial no es distinto: si no logramos automatizar con consistencia nuestras interacciones con los clientes, la creación de nuevos productos o la implementación de nuevas ideas estará truncada siempre. Así como no necesitamos fijarnos todos los días en la cantidad de pasta de dientes que hay porque tenemos un proceso de aprovisionamiento funcionando cada cierto tiempo, no deberíamos tener que estar preguntándonos, por poner un ejemplo, por la calidad del producto que hacemos llegar a nuestros clientes/jefes. Hay sistemas de alertas tempranas que nos avisan tanto en la cotidianidad de nuestra vida como en el entorno empresarial: si la pasta de dientes ya está quedándose vacía, buscamos si quedan en el gabinete y en caso de que no, anotamos en un post-it; igualmente, si en un sistema de encuestas automatizado a nuestros clientes como parte de nuestra estrategia post-venta vemos que hay más caritas tristes que caritas felices, algo hay que revisar.
La implementación de estos sistemas de alertas tempranas son críticas actualmente, sobre todo si proveemos servicios o productos donde el éxito está medido en el volúmen de replicación de ellos. ¿Cómo pretendemos ampliar una base de clientes si no sabemos cómo les está llendo a aquellos que hemos venido atendiendo? ¿Cómo pensar en lo nuevo si lo viejo no sabemos si funciona bien?
Esto debería estar en el corazón de los estrategas de la empresa: automatizar sistemas de alertas que nos permitan reaccionar a tiempo.
En Actualícese hemos venido implementando estos esquemas desde hace más de una década, con una revisión de trescientos sesenta grados anual. Hemos creado un inventario de puntos de contacto con nuestros clientes (página web, call-center, entregas de material impreso, envíos de correos masivos, envíos de email, SMS, grupos de Whatsapp, conferencias presenciales…) en donde buscamos maximizar la agregación de valor en la medida de lo posible.
Por ejemplo, cada aniversario de un usuario en nuestra comunidad es celebrado. Esa es una oportunidad para mercadear nuestras suscripciones. Y cada entrega de una factura nos da el chance de darle un beneficio de un patrocinador. Ahí hay una oportunidad para el equipo que vende pauta. Y cada llamada de soporte nos permite entender más al cliente. El equipo de Innovación está pendiente de estas llamadas y los analistas de Control Interno chequean las oportunidades de mejoramiento.
Lo mejor es que todo esto está automatizado. Aquí aplico la máxima de uno de mis profesores de la universidad, quien decía «el mejor programador es el programador perezoso: como no quiere repetir siempre lo mismo, crea una sola vez un algoritmo que prevee todas las posibilidades para no tener que estar iterando». Cuánta razón tenía.
Automatizar la cotidianidad facilita la innovación. Si nuestra vida personal depende de procesos que ya hemos logrado sistematizar, ¿por qué no darle un chance a ello en la vida empresarial?
Yo lo he hecho. Y lo he agradecido. Si no, no tendría tiempo para escribir esto.