Trascendencia

En el salón la música se interrumpió cuando se escucharon dos gritos de horror. Se veía a un hombre salir apresurado.

Jackes, el dueño, salió de la barra y se apresuró a la mesa en la que una mujer de rodillas en el suelo vomitaba y otra miraba aterrada, sin moverse, desde el otro lado de la mesa cuadrada.

–¿Qué les dijo? ¿Qué les hizo? -preguntó.

La mujer de rodillas, aun con arcadas, le señaló un pañuelo que estaba encima de la mesa. Aún con olor a trementina y aceite de óleo, contenía una oreja.

Jackes decidió conservarlo. Esa noche, sumergió el contenido del pañuelo en un líquido ámbar.

Gracias a esto, muchos años después, un artista renació.