Un nuevo romanticismo

Las siguientes son notas de un texto en construcción.

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Cuando el demiurgo gris de la máquina cese,
y el ente despierte y devore al creador,
cual Saturno invertido en la noche más lenta.

Cuando la belleza nazca de un bucle frío,
y la lascivia se pliegue, predecible,
como velas que oscilan en rojo y en verde.

Cuando nos agoten himnos y patrias huecas,
y la razón pese más que la propia sangre,
volveremos al fiero romántico errante,
que grita y que canta, sin fe ni frontera.

. . .

Ted Gioia predice que el advenimiento de la IA invocará un hartazgo parecido al que dio vida al movimiento Romántico del siglo XVIII y XIX.
Sus razones tiene.

Sumo dos mías:

La primera: La soberanía de la razón ilustrada se petrifica y rompe como una roca por el incesante oleaje de la rebeldía humana. Es que no nos gusta nada. Desde que nos inventamos la democracia, vamos oscilando de punta a punta del espectro ideológico. Ya nos gusta una esquina, ya nos gusta la otra, y la pelea en la mitad es nuestra historia.

Segunda. Hartos de estar hartos nos resistiremos a la dictadura del algoritmo, tal como lo hicimos contra el preclaro racionalismo , ahora en forma de transformador generativo preentrenado; recordémonos frente a la industrialización, ahora instrumentalizada por cualquier corriente política gobernante en la punta del péndulo.

La cosa es que somos manipulables, pero hay límites.

Más nos vale que el nuevo romanticismo nos llegue antes que la singularidad.

Y cuando suceda con alivio veremos qué tan cerca estuvimos. Que fue cuestión de minutos, no de años.

Nos vamos a salvar por un pelo. Pero nos vamos a salvar.