15 Ago 2017
Transigir (o de la timidez de los árboles)
Hay un fenómeno interesante con algunas especies de árboles: en bosques tupidos y copas frondosas, los árboles procuran no tocar las ramas entre sí, a lo que se le ha llamado «la timidez de los árboles» (que me parece el término más delicado y poético que se les ha podido ocurrir).
Según esa forma de verlo, el árbol se siente «temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo» (según la RAE) frente a sus congéneres, y ello hace que impida el crecimiento del follaje que pueda tocar a sus vecinos, dando lugar a bellísimas formas, aún a costa de su propio crecimiento.
Pero la realidad botánica es un poco menos romántica: el viento entre los árboles (que hoy aprendí que tiene un nombre igual de poético) genera un roce o abrasión que termina desestimulando el crecimiento de las ramas. Tanto tiempo, tanta colisión condicionan el crecimiento del árbol.
Así como ellos, los humanos crecemos condicionados por los límites con nuestros vecinos, expandiéndonos mientras podamos y estrechándonos cuando irrumpimos el espacio del otro. Un bosque está tupido porque todos crecen al tiempo y la inequidad para llegar a la luz se compensa natural, pero inexorablemente.
Pero tal vez no sea una cosa o la otra, tal vez no sea timidez ni aversión a la abrasión: tal vez sea la transigencia que viene con la sabiduría de los años.
La intolerancia humana podrá tener muchas razones que la excusen en términos evolutivos, pero si viviéramos milenios, si al final del tiempo nos descubiéramos inmortales, veríamos cómo moldearnos y darle espacio al crecimiento del otro era la forma para ser más altos, más grandes.
Como los árboles.
19 Ago 2017
Ultreia
De la Wikipedia…
El «¡buen Camino!» es un mantra del peregrino. Se repite cuando nos encontramos, cuando sobrepasamos a alguno porque vamos con un paso más rápido, al despedirnos en las fondas o al decir adiós si suponemos que no nos volveremos a ver.
Utreia es más profundo, ahora que es más escaso. Y según me contaba José, El Fontanero, lo usan mucho los que vienen de vuelta de Santiago de Compostela, algo que es raro que alguien haga. Quienes llegamos a Santiago tomamos un avión o un auto de vuelta a casa. Pero es un camino milenario, y esas opciones solo están disponibles hace menos de un siglo. ¿Qué hacían antes? ¡Devolverse por el mismo camino!
Ultreia es potente, porque dice «yo lo hice, tu también puedes». Ultreia es la voz de la experiencia hablando: cuando nosotros vamos hay alguien que haya pasado por ahí, y te anima. «Santiago te espera, peregrino. Yo ya vengo de vuelta, y vengo a decirte que todo saldrá bien».
Rodearnos de personas que ya han recorrido el camino que vamos recorrer es bueno. Y mejor que te animen, que te digan que es posible. Y a veces, más que escuchar a sabios que indican cómo es El Camino (sea el que sea: profesionalmente, en los negocios, en la vida persona, en las aventuras de amor), necesitamos alguien que nos de un Ultreia, nada más.
Yo ya pasé por El Camino, y si se anima a hacerlo… ¡Ultreia, peregrino!