Lapidación en la Caverna

Después de haber armado el complot para asesinar al explorador esperaron en la penumbra. Callados, sintieron cómo al bajar daba tumbos contra las paredes de la caverna.

No habían alcanzado a escuchar su usual discurso sobre las maravillas que había visto en su expedición a la luz cuando el menor de la camada, con rabia y un altísimo sentido del deber, lanzó la primera piedra. El explorador no sobrevivió a la tercer pedrada, aunque decenas más siguieron lloviendo sobre su cadáver por varios minutos, en medio de frenéticos gritos y expresiones de dolor en éxtasis.

La muerte del explorador había sido decidida por quienes habitaban la caverna por la desazón colectiva que les generaba cuando traía noticias acerca de nuevos colores -ninguno ahí entendía siquiera ese concepto-, siluetas que cobraban vida en tres dimensiones, sonidos de fantasmas polinizadores alados y olores de piedras con vida.

De la mano derecha del cadáver cayó algo al suelo que iluminó todo.

Ese día, el explorador había logrado bajar el sol.


Nota: