Suerte

En la comedia de Aristófanes, Cremilo encuentra que la desigualdad social es causada por la ceguera de Pluto, el dios de la riqueza:

Si Pluto recobra la vista y deja de caminar a tientas, se dirigirá a las personas honradas para no abandonarlas nunca, huyendo siempre de los impíos y malvados. Ahora bien, ¿qué se conseguirá con esto? Se conseguirá que todos los hombres sean buenos, ricos y piadosos.

Aristófanes. Pluto.

El pobre de Cremilo concluye que la riqueza no ha sido repartida por merecimiento, virtud o inteligencia, sino por el mero azar, y se lanza en una aventura para devolverle la vista a Pluto.

Milenio y medio después, con miles de experimentos sociales, con décadas, siglos y milenios de pruebas en diversos modelos económicos, se reafirma su conclusión: la repartición de la suerte es aleatoria.

Recordemos esta respuesta del Nobel de Economía en 2013:

«¿Qué le gustaría saber del mundo del dinero que cree que nunca podremos saber con certeza?»
«El rol exacto de la suerte en los resultados exitosos», respondió Robert Shiller.

«Es el resultado del trabajo duro», es la respuesta inmediata. No, no lo es, ya eso ha sido estudiado.

Es un hecho estadístico: por cada historia de un millonario hecho a pulso, que aprovechó oportunidades, fue arriesgado y rompió los moldes, hay cientos de historias desconocidas de gente que hizo lo mismo y no le funcionó. Y por cada persona virtuosa que llegó a la fortuna, hay otras tantas que sin virtud también la lograron.

La cosa es que no es muy cortés decirle a un rico que su fortuna la logró por suerte. Y si eres el rico, es desmoralizante e inaceptable. La suerte parece un insulto, pero debería ser contada como bendición. La suerte de tener suerte.

A pesar de la cruzada de Cremilo hace dos mil cuatrocientos años, Pluto nunca recobró la vista, y siguió repartiendo la riqueza al azar.