Thoré

Al notar algo familiar en el cuadro colgado a gran altura, Théophile Thoré-Bürger pidió una escalera al personal de la galería Dresdner. Después de auscultar la firma escondida en la esquina, sentenció:

En la casa de la alcahueta, Johannes Vermeer, 1856

–Es un Vermeer, no un van der Meer.

Corría 1859, y habían pasado dos siglos después de que el genio holandés pintara En la casa de la alcahueta. La pintura había sido confundida por la firma con otro desconocido paisajista, y estaba refundida en una galería.

Entusiasmado con el descubrimiento, Thoré se lanzó a la búsqueda de la obra de Johannes Vermeer, quien reunió todos los clichés de artista revolucionario, incomprendido y reconocido solo después de su muerte.

Logró encontrar 23 en colecciones privadas y sótanos de museos, dos tercios de la obra conocida del artista, y en sus escritos lo comparó con Rembrandt, Hals y otros grandes.

Años más tarde defendió a Edouard Manet con su naciente impresionismo.

Ambos genios: el descubridor y el descubierto.

En su Espejos, el uruguayo Eduardo Galeano habla sobre Vermeer el descubierto (resurrecto para él):

Espejos (página 139), Eduardo Galeano, 2008