Lapérouse II – No Mueras

A Aibu le llaman «el carnicero de los hugonotes». Nadie sabe a ciencia cierta de dónde proviene, ni de qué forma consiguió la libertad. Es un negro inmenso, implacable y mudo.

Los soldados de la casa francesa de los Valois rumorean sobre su origen, narrando historias del hijo de un gran noble africano que vengaba la muerte de su familia; otras describían a un bebé salvado de las aguas que había crecido como esclavo, hasta que se comió vivos a sus amos; también decían que su madre lo rescató a sus seis años de una playa en donde vivía como animal, y quien lo había enviado a Francia a pelear contra los Montmorency.

Cada leyenda tiene una parte de verdad. Pocas veces se ve un esclavo luchando con tanta decisión. Aibu se ensaña, no tienen piedad, y dicen que le han visto comer entrañas de muerto francés.

Hoy mató a catorce soldados y al condestable de Châtillon, el célebre socio de la casa Lapérouse. Por esto último, le permitieron escoger entre una cena o un mensaje a su casa.

Escogió lo último.

«Madre. Ya me faltan dos. No mueras.»


Nota:

  • Este cuento es la segunda parte de la historia del Lapérouse, y continúa con Lapérouse III – Zoológico de Gente
  • El conflicto que pelea el protagonista está ambientado en las guerras de religión en Europa en el siglo XVI. En ella se usaron esclavos, quienes eran reconocidos por su nula capacidad de lucha: preferían dejarse matar que seguir cautivos.  
  • La ilustración es mía («Kubakwa recibe carta de su hijo») en lápiz.