29 Oct 2019
Uma tristeza
Tengo una tristeza que ya logró alojarse en mi pecho. Empezó en mi cabeza, se abrió camino por la espina dorsal, el plexo braquial y usó sus filudas garras para aferrarse a mi corazón. Ahí lleva varios días.
En la mañana se aloja en la aurícula izquierda. Le gusta la madrugada, cuando se alimenta de recuerdos y resaca, y se despliega y ensancha y oprime y se ensaña.
A través del día vaga por las demás cavidades, siempre haciéndose notar. Si necesito concentración me envía un recuerdo con una leve opresión. Si río más de la cuenta, me implanta una imagen mental acompañada de un arañazo a la pared ventricular. Es muy celosa con la felicidad.
Quiere fundirse en sangre y plasma, y me deja claro que quiere latir conmigo por mucho tiempo.
Algún día mi tristeza se enterará de que la tarde me redime, y que será besada por la serenidad. Ese día deberá volver a subir a mi cerebro para diluirse y convertirse en un pequeño recuerdo.
Sé que le dolerá, pero así deben ser las cosas: lo que nace del dolor, debe morir en el olvido.
Pobre da minha tristeza.
5 Nov 2019
Panóptico
Uno de los reclusos rasca su oreja izquierda mientras, en un gesto aprendido de distracción, acaricia una fisura en la pared.
Treinta grados en el sentido contrario de las manecillas del reloj otro interno golpea su cabeza contra los barrotes que lo separan del abismo. Una espesa baba de sangre cae de su boca, posiblemente por haber mordido los barrotes en desesperación por centésima vez.
A las seis y treinta (en el sentido de la posición de la torre central) otro reo, temeroso de los ojos que siempre lo ven, intenta leer lo único que se permite en la prisión: un largo y detallado conjunto de reglas, todas concordadas con su respectivo versículo.
El calor en sus celdas podría cortarse como un bloque de grasa. El tedio también.
Desde la torre central los vigilo.
Soy todos los prisioneros: el ladrón, el lascivo, el mentiroso, el corrupto.
Jamás ninguno se me volverá a escapar.
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