Abby está loca; ha sido cuidada con todo el amor, ha sido entrenada por los mejores, pero está loca. Hoy, al igual que su antecesora Morita (alias de Mussa de la Rosalía, su verdadero nombre) volvió a encontrar un orificio imposible para darse una vuelta por el vecindario.
Al igual que Morita, Abby fue encontrada a las pocas horas.
Los vecinos amables, con todo el amor la vieron deambular y le dieron agua y resguardo. Lo hermoso es que se tomaron el tiempo de ir a redes sociales y anunciar en un sitio para perritos perdidos que la habían encontrado.
Hay quienes usan las redes sociales como instrumento del bien.
En medio del agradecimiento de mi familia por su regreso, recordé esta invitación de Maria Popova:
Como experimento, durante un mes continuo, haz que una de cada tres cosas que compartas en las redes sociales se enfoque en algo que no seas tu mismo o tu trabajo: el proyecto de arte de un amigo, el poema de un extraño, el disco de un músico que amas, el árbol que brilla con majestuosidad y misterio en la luz tenue de la mañana, alguien en tu comunidad a quien admiras, un pionero del pasado en algo que valoras, un libro que gira en tu eje, el letrero del gato perdido dibujado con crayones por el niño de un vecino, el nuevo jardín comunitario unas cuadras más allá, noticias de la deslumbrante galaxia descubierta por el deslumbrante nuevo telescopio espacial unos pocos millones de años luz más allá…
La crítica es el primer impulso al que cedemos cuando alguien nuevo irrumpe.
La disfrazamos de crítica constructiva si nos levantamos amables ese dia.
Nos burlamos o le tratamos con desdén, si es un dia malo.
Hay un tercero, que es menos humano y más sistémico: ridiculizar al sistema que permitió emerger al novato.
El Síndrome del Impostor está bien fundamentado: quienes se novician una tarea no son bien tratados por parte de sus mejores. La experiencia, en los tiempos del bigdata, se vuelve obsoleta.
La caridad como principio. Palabras amables, ánimo a no desfallecer. Si es imposible disimular el disgusto, un elegante «mi cerebro aún no asimila lo que me muestras, pero me encanta que suceda». Les damos así el espacio para crecer, para que dejen de ser principantes.
La crítica y el desdén posiblemente no desaparecerán porque humanos somos y la crueldad viene en este imperfecto ADN. Pero la promoción (no la ridiculización) del sistema estimulará a que haya más principiantes que desertores.
Los principiantes a la segunda van a dejar de serlo. Pero los desertores es muy probable que se quedan así después de una crítica mal hecha.
Tal vez por eso es que estamos tan llenos de desertores que se creyeron alguna vez impostores.
El trabajo duro no equivale al trabajo profesional.
El primero busca el resultado; el segundo también, pero enfocándose en los procesos: no solo en qué se está haciendo sino en el porqué, sin atajos ni dejarse tentar por las fechas límite.
Una emergencia es una gran excusa para abandonar los procesos y dejar de ser profesional.
Por eso ser profesional es un trabajo duro. Pero el trabajo duro no necesariamente es profesional.
Hace un buen rato no veía TED Talks. Recordé por qué veía al menos una al día: son cortas, llenas de conocimiento y amenas.
Hoy vi dos que me encantaron:
¿Cómo hacerte «amigo» del stress?
Resulta que el stress tiene algo bueno: libera sustancias en el cerebro que nos alistan para la acción; y además, nos ayudan a conectar más con otras.
El poder de los introvertidos
La sociedad está construida para los extrovertidos. Desde la educación básica, nos enseñan a trabajar en grupo, a ser más sociales -lo cual no está mal. El problema es que hay algunos, como yo, que necesitamos un poco de silencio y soledad… y eso la sociedad no lo acepta tan bien.
Cuando estamos expuestos a información masiva (de datos, de sucesos, de noticias, de trivialidades e irrelevancias) nuestro cerebro no resiste la tentación de intentar conectar esos sucesos, de buscarles significado.
Que las correlaciones sean causas, que las trochas sean caminos y que la razón se amañe a nuestra intuición.
Con la facilidad de acceso a mercados masivos de datos, creer que una moda es tendencia es una tentación difícil de eludir.
Las nubes con forma de animales no son animales, son nubes: para que exista significado hay que enmarcarlo en conocimiento. Y esa tentación debe convertirse en una tarea: confirmar, descartar o profundizar.
Ya nos entrenamos en acceder a la información. Ahora solo queda convertirla en conocimiento.
Play iterated games. All the returns in life, whether in wealth, relationships, or knowledge, come from compound interest. (Juega juegos que hagan iteraciones. Todos los rendimientos de la vida, ya sea en riqueza, relaciones o conocimiento, provienen del interés compuesto.)
El Interés Compuesto no aplica únicamente a las finanzas: las cosas que generan valor con más consistencia son aquellas que, cuando crecen, reinvierten ese crecimiento.
Para mejorar las condiciones para la toma de decisiones en las empresas, tendrían que poderse mejorar las capacidades cognitivas de las personas encargadas de esa faceta. ¿Es esto posible? Habrá quien opine que las empresas tal vez podrían seleccionar para los puestos directivos a personas menos propensas a incurrir en sesgos cognitivos o en otros errores similares a la hora de tomar decisiones.
En efecto, hay datos que demuestran que a algunos de nosotros se les darían mejor que a otros ciertos aspectos relativos a la evaluación de la información. Hay estudios que han demostrado que los hombres tienen una mayor tendencia a caer en el llamado sesgo de confirmación (darle o atribuirle mayor peso a la información que confirma una creencia que ya albergábamos). Las personas de las culturas occidentales tienen más tendencia que las de las orientales al error fundamental de atribución (creer que el rendimiento y la conducta de los demás derivan de sus personalidades y temperamentos y no de una pauta cultural más extensa y del entorno).
Sin embargo, estas desventajas relativas solo parecen hacerse efectivas con relación a un único sesgo. Tampoco hay relación directa entre la inteligencia y los sesgos cognitivos. Al menos en este contexto, ser más listo no lleva necesariamente a tomar mejores decisiones.
Mayer-Schönberger, Ramge (2019)
Este error fundamental de atribución que subrayo ya está más que documentado y lo había leído como un sesgo frente a los mercados y el comportamiento de los usuarios frente a productos; sin embargo, es la primera vez que noto lo que implica para el manejo de personal.
En términos jerárquicos, los occidentales somos proclives a endilgar en fallas del carácter los malos resultados, sin atenderlo como un posible fallo del sistema.
Los orientales no: los fallos en cadenas de decisión se tratan como fallos de sistema.
Aún estoy aturdido por este nuevo ángulo (he sido -y soy- responsable en varias escalas jerárquicas), y ese sesgo ha demostrado cuán occidental soy. Cuando logre decantarlo, publicaré reflexiones que seguramente tendrán mucho que ver con cuestiones del estilo gerencial y de administración del personal.
“despegarnos del adhesivo social que viene con la queja genera una inercia hacia arriba”Tweet This
“los aparatos de difusión digital privilegian a quien sabe comunicar, no a quien tiene la razón”Tweet This
Quienes nos están liderando actualmente son los que saben quejarse más duro, no quienes tienen las soluciones. Esto, aunque es una constante histórica, en una época de redes sociales en donde las hormigas tienen megáfonos, es peligroso: seguimos a los twitteros más polémicos, pensamos como los columnistas más cáusticos y elegimos a los políticos que más insultan. El liderazgo de la queja es un problema más grande dada la complejidad creciente a la que nos enfrentamos, en donde las soluciones son de una escala que solo pueden bien administradas por especialistas. Justo lo que no estamos haciendo.
Hay una escena en «Volcano» (1997, con Tommy Lee Jones) en donde la doctora Amy Barnes, geóloga experta, salva a un montón de personas asustadas en una calle de Los Angeles (aquí está la escena en el mejor formato que pude conseguir). Hay bolas de magma saliendo disparadas de la tierra y aterrizando en los transeúntes después de volar varios segundos por los cielos. Cuando una explosión anunciaba una bola de fuego de estas, las personas salían corriendo despavoridas. Y aquí entra una líder de verdad: tan pronto suena una de esas explosiones, grita a todos que se queden quietos, que observen la trayectoria de la roca hirviente y que solo cuando sepan a dónde caerá, correr. Tenía el conocimiento, supo cuándo aplicarlo y salvó vidas.
El liderazgo que la conectividad forja fundamenta su valor más en el presagio que en la acción
Por ello, no es raro que cuando un quejoso profesional adquiera poder, no sepa qué hacer con él. No es suficiente con saber que la roca hirviente caerá: es importante advertir dónde y qué hacer.
Protestar y detectar anomalías en los sistemas es uno de los ingredientes del puré que hace líder a un líder, sumado a la capacidad de conectar, distribuir la información e inspirar. Pero como vivir quince años en una cueva no hace geólogo a nadie, las redes que hemos construido privilegian a quien dice serlo y tiene la capacidad de verbalizar molestias:los aparatos de difusión digital privilegian a quien sabe comunicar, no a quien tiene la razón, lo que puede resultar siendo tan dañino como las causas que generaron la indignación que le dio génesis.
Es un liderazgo patógeno: una vez se instala en un huésped, lo daña
Cuando el seguidor empieza a pensar que su problema son los demás, que es el entorno el que está en deuda con él y que la protesta en sí misma es movimiento, no un considerando de la acción, el mérito del descubrimiento de las causas se pierde. Quien detenta esta jefatura termina consumido por la indignación de quienes le siguieron, confirmando la paradoja de la serpiente que se alimenta por semanas de su misma cola, en tanto que crea nuevas reglas en el camino y cimenta su liderazgo en más molestias que su empática personalidad le permitirá prever y acaudillar, como un nuevo Moisés, el mismo que en el Éxodo de la Biblia lidera al pueblo hebreo durante 40 años para llevarlo desde Egipto a la Tierra Prometida, camino que Google Maps dice que se hace en menos de una semana a pié. Las escrituras abrahámicas anuncian así el advenimiento de un liderazgo que vuelve más lento el progreso.
Entonces, ¿a quién seguir?
Para no caer en el contrasentido de quejarnos de quienes se quejan, es importante retomar la posta de quienes hacen.
Revisar con espíritu crítico nuestra inclinación a seguir a este tipo de dirigentes, y analizar, si vamos a decidir seguir a alguien, si cuentan con características mínimas como un inventario de logros, pasión por conectar gente, ganas de elevar el nivel de la conversación, y capacidad de transmitir entusiasmo por la curiosidad y las buenas ideas. En general, una mezcla decente de los rasgos del temperamento hipocrático (algo de colérico, más de flemático, mucho de sanguíneo y necesariamente una pizca de melancólico).
Parece mucho pero no lo es. Lo anterior no es más que la exaltación del espíritu humano, no un decálogo para la perfección, algo que podemos y debemos pedir de quienes decidimos depositar la confianza de nuestro juicio. Como quien logra despegar su mano de una superficie con goma, despegarnos del adhesivo social que viene con la queja genera una inercia hacia arriba, así como despegarnos de un liderazgo pernicioso nos hará más rápido el progreso.
Gritar la salida de lava hirviente de la tierra no es suficiente: hay que indicar el camino. Es lo mínimo que debemos esperar.
“si vamos a interrumpir más nos vale lograr que la atención lograda sea completa y consciente”Tweet This
“interrumpir al usuario para captar su atención es un método muy costoso”Tweet This
La publicidad por interrupción es muy común para promocionar productos del conocimiento, y si se hace bien, debería llamar la atención para generar una compra consciente (son muy pocos quienes compran información solo por impulso).
Y la consciencia necesita atención. El problema es que la consciencia, que es un recurso que necesitamos para poder incorporar nuevos conocimientos, es una vía con un solo carril.
Aprender requiere consciencia de lo que estamos aprehendiendo (sí, con h intermedia), y para ello necesitamos fijar nuestra atención en el sujeto que nos da el conocimiento.
Las decisiones informadas de compra se dan únicamente cuando el comprador es consciente durante el proceso
Quienes trabajamos en la industria del conocimiento nos vemos en problemas para captar la atención de nuestro público precisamente porque sus niveles de atención no necesariamente van ligados a un nivel de consciencia suficiente para generar una intención real de compra. Por ello, interrumpir al usuario para captar su atención es un método muy costoso. La publicidad por interrupción, llámese banners, popups, notificaciones al celular, puede que funcionen un par de veces, pero su efectividad merma en la medida que quien lo recibe decide dejar de atender conscientemente.
No es igual empujar una venta que generar una intención de compra
Esto lo sabemos quienes vivimos en la industria de la venta de conocimiento: la intención de compra está más asociada a la credibilidad de marca y a un producto contundente que a tácticas de venta creativas. Puede que estas últimas funcionen, pero si no están sustentadas en la credibilidad de la marca, no hay recompra, el componente fundamental que da la posibilidad de ser consistentes en la entrega de información, que es de lo que vivimos quienes estamos metidos en esto.
Es importante ser muy selectivo en la forma en que vamos a interrumpir la atención de un prospecto. O mejor aún, hacerlo muy poco. Hacernos tan indispensables que ellos terminen comprándonos, sin necesidad de empujar la venta, de tal forma que las ocasiones en que interrumpamos su atención sea para aumentar nuestro acceso a su presupuesto y crecer en credibilidad. Siendo lo único disponible, si vamos a interrumpir más nos vale lograr que la atención lograda sea completa y consciente.
Hay que saber administrar esa atención lograda con sabiduría.
Este aforismo, común entre quienes vivimos en el mundo de la informática y la programación (mi pregrado fue en Ingeniería de Sistemas), sirve para advertir que regularmente lo que vemos como una acción malintencionada puede ser, más bien, una omisión humana (propia o de terceros).
«¡Me robaron el celular!» … (diez segundos después)… «¡ah, lo había dejado en casa!»
«¡Ese profesor me tiene tirria! ¿Cómo me califica mal si solo me equivoqué en un… 80%?»
«Ese abogado me odia…», «Mi jefe me carga bronca», etc., etc.
Ya creo que está clara la idea. Hasta aquí, el principio nos evidencia que sufrimos de una terrible incapacidad de diagnóstico. No saber qué anda mal es malo en el plano personal, pero terrible en el plano profesional, porque solo tiene un nombre: incompetencia.
Pero la Navaja de Hanlon tiene más que eso.
Pongo un ejemplo autocrítico en mi empresa (Actualícese): al caerse el portal, la primera respuesta que me daba era «nos están hackeando», cuando seguramente lo que sucedió fue que un pedazo de programación no lo diseñé para altos niveles de tráfico. Por esto, a menos que pueda comprobar con mil bitácoras de websites de China, la India y de Cafarnaún atacándonos, no me admito la maldad de terceros («·nos están hackeando») como primera respuesta, y siempre asumo la alternativa: que no supe diagnosticar bien el problema.
Pero aquí viene lo más profundo: en caso de que sea verdad que estamos siendo atacados por un chino que seguramente no tiene idea de que existo, ¿por qué no me preparé para repelerlo? ¿Por qué nuestro código no admite la posibilidad de un alto nivel de acceso o incluso de un ataque, existiendo tantos mecanismos?
Por esto creo que la Navaja de Hanlon evidencia dos niveles de incompetencia:
El primario, que es cuando somos incompetentes por no saber diagnosticar, y atribuimos a la malicia –tal como dice el postulado– lo que puede ser un error, sea nuestro o de terceros.
Y el secundario, cuando descubrimos que realmente estamos siendo víctimas de la maldad de otro, en el que la incompetencia queda clara porque no supimos preverlo.
Resulta que no nos arriesgamos a tomar decisiones tanto por el futuro que esperamos, sino por el pasado de cargamos.
Y este fenómeno tiene nombre: la falacia del Costo Hundido.
Es la falacia que nos hace quedarnos tres horas sentados viendo una película a pesar de que desde la primera media hora sabíamos que era mala. «¿Cómo me voy a ir si ya pagué por las entradas y llevo invertida media hora de mi vida sopor-tándola?» (el guión es a propósito).
Es la misma rutina mental que no nos deja despedir a ese empleado que no da resultados a pesar de que lo escogimos por su extraordinario potencial, porque quedaríamos mal con el jefe ya que su contratación fue nuestra responsabilidad, y además llevamos tres meses entrenándolo («pero jefe, seguro que algún día…»).
Es la que nos hace insistir en seguir pagando una campaña muy cara en un producto que no se vende.
La que no nos deja cambiar de carro a pesar de (y debido a) todas las reparaciones que le hemos hecho.
La que no nos deja tomar decisiones arriesgadas.
La que no nos deja decidir.
La razón por la que los animales no sufren de la parálisis por análisis y se lanzan a lo que quieren, ya que a los humanos nos pesa más el miedo a perder que las ganas de ganar.
Algunas veces deberíamos poder ser más animales, y permitirnos dejarnos llevar por el futuro sin las cadenas (mentales) del pasado.
Mucha veces, ignorar el costo hundido es el camino.
Notas:
El término «Costo hundido» me parece horriblemente literal. Debería haber un nombre mejor en español, como «Costo Asumido» o «Costo Irreversible». Se reciben mejores traducciones.
No es una decisión consciente, ni se puede planear.
La procrastinación, la indecisión y la autoindulgencia son el veneno del hombre capaz.
Uno puede sentir la pena en el alma al verse a sí mismo como una persona con talento y capacidad transformadora, pero sin hechos, incapaz de evitar dilatar la gratificación.
Pero hay una forma: así como este autosabotaje no se planea conscientemente, hay que cogerlo por sorpresa. Uno sabe cuando hay suficiente ilustración sobre un concepto, suficiente diagnóstico sobre un problema. Uno sabe cuando está en parálisis por tanto análisis. En ese punto…
Según Anil Seth, la realidad es una alucinación colectiva. Es una cuestión de cómo está alambrado nuestro cerebro, y de cómo reaccionamos ante los estímulos: cuando nos ponemos de acuerdo en algo, le llamamos a esa coincidencia «realidad».
Es un interesante planteamiento.
Siguiendo esa idea, cuando creamos cosas estamos haciendo que un grupo específico de personas se alineen con una realidad que inicialmente solo vive en nuestro cerebro. Y hacerlas coincidir no es cuestión única de cómo la planteemos, sino como la vendemos.
Así, hay más razones para creer que una idea no solo tiene valor por sí misma, sino por la forma como la presentamos.
Por la forma como hacemos alucinar a los demás.
Punto aparte.
Me encantó el planteamiento inicial de la charla, en la cual habla sobre la anestesia: «es una nueva forma de magia, que convierte personas en objetos». Y el elan vital. Y el concepto sobre la forma como activamente generamos el mundo.
Al publicitar los productos de Actualícese siempre respondemos estas siete preguntas:
What?
Why?
Where?
When?
Who?
How?
How much?
Los productos de conocimiento en comunidades verticales requieren dar mucha explicación acerca de lo que recibirá el usuario; no hay un solo usuario nuestro que no tenga al menos un título profesional.
Pero resulta que esta metodología no sólo es útil para vender: hacerse estas preguntas sirve mucho para definir y acotar los alcances de nuestro producto o servicio.
Y estoy seguro que para otras cosas también aplica esta metodología, desde los proyectos personales hasta otro tipo de industrias.
La idea es irrelevante si no se acompaña de trabajo. Como dice el artista Chuck Close en el siguiente video…
Inspiration is for amateurs. The rest of us just show up and get to work. Every great idea came out of work. Everything. If you sit around and wait for a bolt of lightning to hit you in the skull, you may never get a good idea.
En el quinto capìtulo de mi novela «Cuando los buenos ganaron» hay algo que me parece relevante en el mundo real, más allá de la fantasía. El extracto de adelante se ubica en un futuro utópico/distópico en donde hay una nueva generación regida por un principio rector…
EL ADVENIMIENTO DE LA SEGUNDA Generación fue un proceso lento y lleno de obstáculos, pero dio sus resultados cuando se llegó a un acuerdo global, supranacional y supraestatal: solo habría una regla que fundamentaría el accionar humano y sería «haz con el otro lo que quisieras que hicieran contigo».
Atrás quedó el código de Hammurabi, la ley del Talión y todo vestigio de justicia retributiva, del ojo por ojo diente por diente, los cuales justificaban la más inmoral pero dulce de las perversiones: creer que se puede hacer el mal a alguien si con ello se hace bien a un número mayor de personas.
Este cambio fue lento y respondió a un proceso civilizador milenario que fue erradicando poco a poco las matanzas basadas en la superstición, los sacrificios humanos, la quema de brujas, los libelos de sangre, la aniquilación de herejes, blasfemos y apóstatas, los castigos inicuos, la tiranía, la revancha política,las guerras masivas, los exterminios étnicos, las luchas generacionales por territorio, la violencia en los crímenes contra la propiedad y los delitos contra la integridad humana fundamentados en la ambición.
Esta regla, este principio rector, tiene un inconveniente: al ser el eje de un comportamiento que termina siendo intachable en lo ético (que no moral), retrasa y dificulta una de las razones del progreso humano: la ambición.
¿Cómo funciona un mundo en donde la ambición ceda?
¿Cuál sería el principio fundamental del progreso?
Esta pregunta tiene muchas formas de responderse, desde lo político y su esfera personal, la ética. Pero desde lo económico (que en esto no soy tan bruto como en lo demás), es claro que sería un desastre.
¿Quién ha invertido más en Investigación y Desarrollo que los militares, los alteradores de la genética de los alimentos y la industria farmacéutica? Y todos estos ejemplos están, sin duda, sometidos a la megalomanía y ambición desmedida de justamente los promotores de la innovación.
Es una reflexión, y de hecho, la pregunta es retórica: no espero (ni creo que tenga) respuesta simple.
La imagen es de biswaal: WET PLATFORM (red), acuarela en papel de 22×30. Me pareció bellísima. Es una estación de tren en India. Y efectivamente, no tiene nada que ver con el post… ¿será necesario?
Hace algunos días terminé El Camino a Santiago. 32 días y más de 800 kilómetros desde Saint-Jean-Pied-de-Port a Santiago de Compostela, por tierras francesas y españolas. Después contaré un poco más al respecto.
El asunto es que noté mucho que en el listado de miedos iniciales de todos los peregrinos (así nos denominan, aún a los no creyentes), junto con todos los «¿y yo si podré?», «¿y si me pasa algo?», «eso es muy largo«, está «¿y no me perderé?».
Pero no hay forma de perderse. Siglos de peregrinaje han marcado cada bifurcación, cada pueblo, cada árbol. El Camino no necesariamente te llevará por la ruta más fácil, pero te asegura que llegarás. De pronto uno se desviará un poco, pero él se encargará de llevarte de nuevo a la ruta correcta.
La razón por la cual es fácil seguir las señales es porque ya sabemos a dónde queremos llegar y confiamos en El Camino, aún si nos lleva por senderos difíciles.
De la poetisa polaca Wisława Szymborska (July 2, 1923–February 1, 2012), en su discurso de aceptación del Nobel de Literatura en 1996:
Inspiration is not the exclusive privilege of poets or artists generally. There is, has been, and will always be a certain group of people whom inspiration visits. It’s made up of all those who’ve consciously chosen their calling and do their job with love and imagination. It may include doctors, teachers, gardeners — and I could list a hundred more professions. Their work becomes one continuous adventure as long as they manage to keep discovering new challenges in it. Difficulties and setbacks never quell their curiosity. A swarm of new questions emerges from every problem they solve.
Whatever inspiration is, it’s born from a continuous “I don’t know.”
«La inspiración no es privilegio exclusivo de poetas o artistas»… es de quienes atienden su llamado y hacen su trabajo con amor e imaginación.
Y del aceptar que no es posible conocer todas las respuestas, pero que se cuenta con la curiosidad para buscarlas.
En este lugar pongo mis notas: ideas de negocio, pensamientos en borrador, pedazos de ensayos, citas a trabajos de otros y pequeños relatos (publicados y sin publicar).
Si le gusta un cuento, por favor cuénteme por algunared social; o si alguna idea de negocios le produce dinero, me debe un café. En eso soy irreductible.
22 Oct 2022
Las redes sociales como instrumento del bien
Abby está loca; ha sido cuidada con todo el amor, ha sido entrenada por los mejores, pero está loca. Hoy, al igual que su antecesora Morita (alias de Mussa de la Rosalía, su verdadero nombre) volvió a encontrar un orificio imposible para darse una vuelta por el vecindario.
Al igual que Morita, Abby fue encontrada a las pocas horas.
Los vecinos amables, con todo el amor la vieron deambular y le dieron agua y resguardo. Lo hermoso es que se tomaron el tiempo de ir a redes sociales y anunciar en un sitio para perritos perdidos que la habían encontrado.
Hay quienes usan las redes sociales como instrumento del bien.
En medio del agradecimiento de mi familia por su regreso, recordé esta invitación de Maria Popova:
Ser mejores, dejando nuestro rol protagónico un poquito, puede ser algo inmenso para los demás.
Los ángeles necesitan ayuda. Seamos mejores, así sea un poquito, como mis vecinos que rescataron a Abby y a Morita.