Juan Fernando Zuluaga
Este es mi blog de notas. Empresario. Escribo cosas.
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30 Oct 2017

Lapérouse II – No Mueras

A Aibu le llaman «el carnicero de los hugonotes». Nadie sabe a ciencia cierta de dónde proviene, ni de qué forma consiguió la libertad. Es un negro inmenso, implacable y mudo.

Los soldados de la casa francesa de los Valois rumorean sobre su origen, narrando historias del hijo de un gran noble africano que vengaba la muerte de su familia; otras describían a un bebé salvado de las aguas que había crecido como esclavo, hasta que se comió vivos a sus amos; también decían que su madre lo rescató a sus seis años de una playa en donde vivía como animal, y quien lo había enviado a Francia a pelear contra los Montmorency.

Cada leyenda tiene una parte de verdad. Pocas veces se ve un esclavo luchando con tanta decisión. Aibu se ensaña, no tienen piedad, y dicen que le han visto comer entrañas de muerto francés.

Hoy mató a catorce soldados y al condestable de Châtillon, el célebre socio de la casa Lapérouse. Por esto último, le permitieron escoger entre una cena o un mensaje a su casa.

Escogió lo último.

«Madre. Ya me faltan dos. No mueras.»


Nota:

  • Este cuento es la segunda parte de la historia del Lapérouse, y continúa con Lapérouse III – Zoológico de Gente
  • El conflicto que pelea el protagonista está ambientado en las guerras de religión en Europa en el siglo XVI. En ella se usaron esclavos, quienes eran reconocidos por su nula capacidad de lucha: preferían dejarse matar que seguir cautivos.  
  • La ilustración es mía («Kubakwa recibe carta de su hijo») en lápiz. 
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30 Oct 2017

Apprivoiser

Delu, la asistente de producción, está enamorada de la prima ballerina de la Compañía de Danza.

Cuando le ajusta las zapatillas de media punta a Akake, se encarga de que las dos cintas de tela se envuelvan bien alrededor del tobillo. Lo hace cuidadosamente en direcciones opuestas, superponiendo una cinta frente a la otra para formar una cruz. Mientras esto se surte, Akake, la bailarina, discute con un pequeño libro blanco en su mano.

–Entonces la traducción estaba mal. El Principito no había domesticado al zorro.

–Es que en el cuento apprivoiser no es domesticar– contesta Delu. –Es cautivar con cariño, hacer de otro tu casa.

Delu pasa una almohadilla de algodón para corregir los excesos de maquillaje, acomoda los cabellos rebeldes y estira un poco el balanchine. Quedan pocos segundos para iniciar. Akake se queda mirando fijamente a Delu:

–Te tengo domesticada–, dice la bailarina con una expresión juguetona.

–Esa no es la palabra, tonta. Y sí, je suis apprivoisée. –contesta Delu sonriendo y dándole un último apretón a la cinta alrededor de la cintura de Akake.

Las notas de Tchaikovski suenan al fondo.

Akake, la prima ballerina, sale al escenario a perseguir a su corazón, que ya estaba bailando con Delu.

 


Notas:

  • La ilustración es un boceto mío en acuarela, 210x148mm. Sí, hay algo con la proporción, pero mi novatez aún necesita maduración. 😉
  • La traducción al español de «domesticar» en El Principito ha sido una bella polémica. El verbo usado por el autor y que le da título a este cuento fue traducido en forma literal al español, pero muchos dicen que la acepción de Antoine de Saint-Exupéry  supone una relación mucho más profunda entre el zorro y el Principito. 
Microcuento

28 Oct 2017

Allons

Tengo un hueco en el pecho.

Empuñando la bandera, salgo a la plaza a gritar, a unirme a la revuelta, a cantar la libertad ganada después de tanta resistencia.

La revolución es la felicidad defendiéndose con furia. No vamos a dejarla ir, no sin luchar.

Pero el paso no está abierto, nunca lo está. Los redoblantes anuncian la embestida, y con los latidos del corazón sincronizados esperamos.

Fui uno de los primeros en caer.

Mi corazón ya no vive en mi pecho: ahora es de todos.

Microcuento

26 Oct 2017

Hastío

Gea culpaba al gobierno por el alcoholismo de su papá. Molesta, iba a la tienda de la esquina a pagar la botella con la que embriagaría la tarde.

Su padre jamás trabajó, nunca hizo nada productivo, y lo único reseñable en su vida era hacer parte de la generación perdida, prevista y anunciada por los economistas que diseñaron la transición hacia el impuesto negativo sobre la renta in extremis, en donde el gobierno pagaría el ocio.

Gea era de la tercera generación, en la cual era notable el cambio cultural: hastiados del exceso, los jóvenes sentían inclinación por las ciencias, las artes y las letras; y el espiral descendente ya había tocado fondo. La humanidad recuperaba el camino de la la virtud, la curiosidad y la elevación del espíritu. Tantas décadas de ahorro ahora se veían compensados: «El zeitgeist de la esperanza ya nos habita», decían los ancianos que pudieron alcanzar a ver los frutos de la revolucionaria apuesta hecha por la humanidad.

Aunque previsible, no dejaba de dar lástima la generación perdida, rendida a la pereza y a los placeres por no saber manejar el ocio. Gea lo sabía, por eso compraba el licor resignada, sabiendo que por su padre no había nada por hacer.

 


Nota: el impuesto negativo sobre la renta (INR) es una teoría económica defendida y modelada por personajes del calibre de Milton Friedman. Algunos filósofos han jugado con la idea de un INR extremo, en el cual se le pagaría a las personas por actividades no productivas, esperando el resurgir de las artes y la curiosidad científica. Mi posición: esto sería posible solo bajo la condición de ahorrar lo que costaría un par de generaciones perdidas, aún no listas culturalmente para el manejo de su ocio. Y habría que ver si «la curiosidad» fuera suficiente motor para la nueva generación restaurada y no la ambición (de poder, de dinero…). Este cuento juega con esa idea. 

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26 Oct 2017

Corto ensayo sobre las correlaciones, Monet y Big Data

La forma como percibimos el mundo ha cambiado, y también cómo lo medimos. Para planear, primero medíamos un pedazo de la información que podíamos recolectar y analizábamos. Ahora debemos desaprender todo eso.

Esclavos de la causalidad («cuando X tiende a Y, debo hacer Z»), buscábamos precisión en las muestras de los datos para inferir el futuro, extrapolando sábanas de información que después doblábamos para quitarles las arrugas sin importar cuánto tiempo tomara, y así entregar una manta del tamaño de una servilleta planchada y templada; felices, la usábamos para predecir y proyectar. Y como no teníamos datos, extraíamos muestras, encuestábamos y derivábamos. Si algo salía mal, la causalidad nos mostraba que el error estaba en la muestra; si salía bien, el éxito era la proyección.

Siervos del miedo al error, invertimos millones en mejorar los datos y mejorar los artefactos encuestadores, sin ver que la proyección misma era la que estaba sujeta al error, por una razón tan grande como el mismo concepto de causalidad: por querer ver el detalle, nos volvimos ciegos al entorno. Fue una elección consciente en donde resignamos panorama por precisión. Éramos miopes a propósito, sin poder ver el bosque por estar tan cerca de los árboles.

Pero el análisis de las causas tiene alternativa: se puede reemplazar por el análisis de las correlaciones. Si X cambia, ¿qué tan probable es que Y también lo haga?

Esto no implica solo un cambio en la forma de hacernos las preguntas, sino en la forma como queremos llegar a los resultados. El objetivo deja de ser obtener soluciones más precisas: ahora queremos tener más soluciones.

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Los datos masivos, el Big Data, suponen un cambio fundamental en la forma de abordar los problemas. Con ese enfoque damos por supuesto el exceso de información, sabiendo que tendremos más de la que podríamos procesar para encontrar causalidad. Con muchos datos, podemos entrecerrar los ojos, alejarnos un poco del cuadro, y con el desenfoque ocular comenzar a notar patrones manifiestos que antes eran invisibles por nuestra cercanía al problema.

Es como un cuadro impresionista, que visto de cerca solo revela brochazos bruscos y rápidos, pero cuya belleza se devela con la distancia, con el desenfoque. Ni a Van Gogh ni a Monet le preocupaba la precisión del trazo más que la sensación que produjera el motivo pintado; lo importante era la impresión que causara en el espectador (de ahí el nombre del movimiento). Esa impresión del momento es la que puede capturar el ojo entrenado con los datos masivos: desde una prudente distancia ver cómo se forman patrones, cómo las pistas falsas revelan sus sinsalidas y cómo las tendencias se resaltan para generar no una, sino muchas proyecciones.

Dejar de pensar desde la causalidad y enfocarse (o más bien desenfocarse) en las correlaciones viene con un costo: la tolerancia al error y a la inevitabilidad de la imprecisión modal. La estadística y el juego de censos solo servirá para las raras ocasiones en donde no haya datos, y seguro generará frustraciones cuando veamos que si pensamos en términos de «cuando cambia X, hay este porcentaje de probabilidad de que cambie Y» habrá muchos más resultados posibles satisfactorios pero incluso más banderas rojas. Nuestro cerebro adopta con gracia el análisis de las correlaciones porque con él juega todo el día… es la causalidad la que nos hacía doler la cabeza. Ya no es necesario, ya los datos están aquí.

Borges contaba en «Del Rigor en la Ciencia» sobre un imperio en donde habían perfeccionado a tal nivel el arte de la cartografía que habían logrado hacer un mapa detallado, tanto que el tamaño del mapa terminó siendo el del mismo imperio. Con la masiva cantidad de datos del comportamiento humano que estamos coleccionando (y que están recogiendo por nosotros) nuestro mapa del mundo será más grande que el mismo mundo, por lo que la tolerancia a no ver el detalle será compensada por un paisaje impresionante.

Lo que vamos a atestiguar con este cambio de pensamiento será asombroso. Cualquiera lo podrá ver con los ojos entrecerrados.


Notas:

  • La ilustración es un boceto en acuarela en papel A5 para un cuento que algún día publicaré.
  • La pintura es «Impresión: Sol Naciente» de Claude Monet, la cual terminó dando nombre al movimiento impresionista.   
  • Y este es el cuento de Borges
Microcuento

25 Oct 2017

Horace

Horace era guía del Musée d’Orsay. Tenía pésima memoria pero una prodigiosa imaginación.

«En su ‘Casa del ahorcado’ podemos ver cómo el joven Cézanne incorporó tonos lúgubres a la pincelada impresionista, tal vez reflejando el luto por la forma como murió su primo Camille, de lo cual siempre se culpó.

«Cuando el mercader ruso Cheslav Velikanov vio ‘El Ensayo de Danza’, pidió a Edgar Degas que le quitara los colores para poder grabarlo en una de las paredes de su recién construído Teatro Odessa. Nunca le pagó, y por eso Degas reprodujo este ensayo muchas veces en colores para así quitarle valor.

«Pocos saben que Paul Gauguin sufrió de paludismo en su extensa visita a Tahití. Eso afectó su visión, y por ello todos sus pinturas de la época tienen un marcado tono amarillo. En su lecho de muerte, confesaría a su esposa que siempre creyó que el tono era natural.»

Cien años después, los visitantes al museo aún pueden oir las historias de Horace en las guías interactivas. Nadie se pregunta ahora cuál es la historia original.

 

Leer más…

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24 Oct 2017

Sacrificio

Esa madrugada la abandonaría mientras ella dormía.

Boca abajo, con la cara sobre la almohada y el cabello desordenado, se le podía escuchar un ronquido pequeñito. Estaba profunda. Él, con su mochila y arrodillado al frente de la cama pasó los dedos por su pierna, delineando su ropa interior, siguiendo por la espalda desnuda. No le tocó la cara para no despertarla.

Se incorporó, desconectó su celular y dejó en la mesa de noche una nota.

«Te dejo todo mi amor. A donde voy no lo quiero; no sin ti. La perpetua espera debe seguir siendo tejida, cantada y narrada. Que nuestra saudade sea sacrificio.»

Le dio una última mirada a Penélope y cerró la puerta.

 


Notas: 

  • La ilustración es mía, en lápiz y acuarela (21 x 14.8).
  • Dibujé esta otra también. Y no, no sé cuál me gusta más. 
  • Penélope, la de la espera perpetua, la que tejía todos los días para deshacer el ovillo cada noche y así esperar a su Odiseo, ha sido motivo para juglares y poetas por siglos. Es irresistible. 
Oso Azul

8 Oct 2017

Carta angustiada a un artista que encontró la paz

Yo digo que embistas…

…porque veo que crees haber encontrado tu felicidad en la contemplación y la claridad de tu mente; y eso es un contrasentido obvio: en la cima de la autoconsciencia está la sima de la imaginación.

Borracho de ella no darás a luz nada que nos pueda alimentar. En la quintaesencia de la serenidad también está la angustia de la anticipación de su fin: la paz está en la cola de un perro que se la persigue y termina aturdido.

Verás: te estás llenando tanto de tí mismo que nos estás dejando sin tí.

Y yo digo que abandones la flema y abraces el ruido, con una estruendosa detonación. Yo digo que sueltes amarras y dirijas tu nave a la tormenta, y dejes que se nuble tu mente y que haya oscuridad y relámpago. Embríagate de otros, de nosotros, de amor y de horror, de poetas muertos y cantores vivos, de humanos y flores.

Deja de esconderte en la calma.

¡Embiste!


Notas:

  • El 10 de enero de 2025, ví esta nota sobre el No Te Salves de Benedetti. Creo que rima bien con este cuento.

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22 Sep 2017

Para tener un buen día…

1. Hacer algo bueno para la mente

Leer absorto un par de páginas,
aprender algo,
descubrir nueva música,
investigar un misterio,
defender una causa perdida,
entender -sin justificar- una idea ajena,
dudar,
escribir.

2. Hacer algo bueno para el cuerpo

Caminar,
estirarse en la oficina,
morder una fruta,
tomar un tinto menos,
tomar un vaso de agua más,
correr,
dormir media hora antes,
despertar media hora después,
pensar en bostezar hasta bostezar,
tomar las escaleras.

3. Hacer algo bueno para el alma

Vestir algo bonito,
dar gracias,
cantar,
dar un pan a alguien con hambre,
meditar cinco minutos,
hacer un plan,
contar un chiste infantil,
hacer un cumplido inocente,
soñar con la lotería,
soñar con el amor,
soñar despierto.

 


La foto la tomé la madrugada de la jornada entre Fonfría y Sarria, en los últimos 120 kilómetros del Camino a Santiago de Compostela, sin filtros.

Hilo.

reciprocidad

21 Sep 2017

Reciprocidad

Según Cialdini (en su clásico libro sobre la Ciencia de la Influencia) hay 6 patrones de acciones psicológicas que generan respuesta en los humanos que ya había tratado en una conferencia de hace algunos años. Los principios disparadores son:

  1. Reciprocidad
  2. Compromiso y consistencia
  3. Prueba social
  4. Afinidad
  5. Autoridad
  6. Escasez

El principio de la reciprocidad siempre me ha parecido muy potente, pero confuso en la práctica.

Este se basa en hacer algo que genere deuda en la otra persona.

Según Cialdini, dar más no significa nada si no produce en la persona el sentido de la obligación futura de devolver algo en especie. El asunto es que esa «devolución» no puede estar condicionada de forma evidente y taxativa.

En el extremo -no tan extraño- de que el principio se active sin las salvaguardas de las que habla Cialdini, puede generar abrumamiento en el sujeto pasivo, disparando una reacción posterior que le haga no querer a volver a tener contacto para no sentir la deuda social.

Seguiré explorando este mecanismo y reportaré hallazgos.

15 Sep 2017

El costo de la ignorancia y/o la mezquindad en temas laborales [Hilo]

En mi cuenta de twitter, a propósito de un tema laboral que estábamos tratando en Actualícese, hice un hilo sobre la responsabilidad de los empresarios en temas laborales…

Empezó así…

Los empresarios nos ganamos demandas por torpes y no entender que la ley laboral está ahí para cumplirse. No leer nos sale carísimo.

— Juan Fdo. Zuluaga (@jfzuluaga) September 14, 2017

Y siguió así (tal cual quedaron en los 140 caracteres):

Si un contrato (así sea verbal) tiene subordinación, remuneración y prestación personal es laboral y ya. Darle vueltas es exponerse a demandas (justas).

Por ejemplo, si una empleada está embarazada, hay que saber qué se le puede exigir. No solo es lo justo y humano, sino lo responsable empresarialmente.

Cualquier «conejo» que se le haga a unas vacaciones, unas cesantías, un pago de pensiones será cobrado en un juzgado, tenga la seguridad.

El asunto no solo es moral: es jugar el juego empresarial como debe ser. Si no tiene plata para pagar prestaciones, replantee el negocio.

La ley supone (como debe) mala fe del empleador, porque somos los dueños del medio de producción y contamos (se supone) con el conocimiento.

El mensaje es claro: a los empresarios nos deberían poner a recitar el código laboral de memoria. Si lo rompemos, es porque queremos multas.

Abusar de una relación laboral (así le digamos «contrato de servicios») es mezquindad o ignorancia. Ambas se pagan, y bien caro.

Los errores «de buena fe» en una liquidación de un contrato también cuestan. Si no hubo mezquindad, hubo ignorancia. Igual se paga.

Si es empleador y ya metió la pata, busque un arreglo. Un «mea culpa» a tiempo sale más barato, y podrá dormir mejor.

«Susana, metí la pata en tu liquidación hace un año. Te debo un millón. No lo tengo completo ahora, pero vení y conversamos».

«Fulanito,estos meses de nuestro contrato x servicios han tenido características laborales.Hablemos para compensar lo de ley y arreglar eso»

Arreglar las metidas de pata en contratos laborales y/o de servicios es mucho más barato. Las sanciones laborales son las más caras que hay.

Es mucho el riesgo económico de las relaciones laborales y por servicios mal manejadas. Pero es una cuestión ética también.

Hacer empresa viene con el «riesgo moral» planteado por Adam Smith. La ley es el límite, si no se quiere hablar de ética. Como sea, cumplir.

Premisa: todo papayazo que sea demandable, será demandado.
Actuar bien no es solo moralmente imperioso, sino lo empresarialmente responsable


 

El hilo completo está aquí.

Microcuento

3 Sep 2017

Debí matar a todos esos blancos

Morí hace casi doscientos años, pero aún los gritos de mis indios me despiertan para que reniegue de mi ignominia: debí matar a todos esos blancos.

Dejé que los ingleses me llamaran Rey, y ostenté orgulloso el título. Como Rey de la Isla Mosquito tuve poder de justicia, comercio y vida sobre mis súbditos, que confiaron en mí (oh perdón que jamás llegará) y me vieron como un líder justo.

Hasta que llegó Sir Gregor McGregor, un goliardo pocamonta de nombre tartamudo con quien negocié el desembarco de ciento ochenta y dos familias inglesas que vendrían a traernos medicinas, sabiduría y prosperidad.

McGregor nos engañó. A todos. A los blancos que llegaron en el barco les había prometido el arribo a lo que llamó «El Principado de Poyais», tierra de donde manaba leche y miel y de la cual podrían reclamar posesión de los terrenos que su vista alcanzara. Era gente pobre e iletrada, que dio sus últimos ahorros a ese mercachifles que los dejó abandonados al tercer día de la llegada.

Al principio también caí en la trampa. Como Cacique y Rey, permití que se asentaran confiando en la promesa de Sir Gregor según la cual vendrían hombres de ciencia que con artilugios mecánicos sorprendentes nos ayudarían a cosechar mejor, a mantener la carne cazada más tiempo salubre, a mantener la carne de nuestro cuerpo más tiempo saludable, y a entender mejor los mensajes de los dioses con esos tubos con lentes fantásticos que acercaban las estrellas. Todo fue mentira.

Fueron muriendo rápidamente. No soportaron el clima, los animales, la desesperanza. Los niños sufrieron muertes horribles a manos de depredadores nocturnos, nuestros viejos conocidos diezmadores de almas. Las madres adoloridas morían sin comer, y hasta mejor muerte, porque la comida los envenenaba. Infecciones, tos y pus se mezclaban en el barro de sus nauseabundos chozas, que nunca aprendieron a construir bien.

Me compadecí de ellos, perdón a mis ancestros, perdón a todos. Había prometido asesinar a todos y cada uno de los recién llegados en tanto viera que mi trato con McGregor fuera inválido, pero no lo hice. Quedaron vivos dieciseis, y llegaron vivos a su casa, doce años después, solo tres.

Los hubiera matado.

El descendiente de uno de ellos, Mr. Bennet Mahogany, autoinvestido como legítimo heredero del Principado de Poyais, vino cuatro décadas después y arrasó mi tribu, mi etnia, mi sangre.

Separó los ojos de mis sobrinos de las cuencas, separó a los hijos de de mis descendientes de sus madres, se paró sobre las quijadas de nuestros muertos y proclamó su victoria.

El polvo me reclama. Volveré, no importa cuantos siglos tome, hasta que mi queja se convierta en hacha y filo, hasta que la historia reivindique que nuestro salvajismo era más humano que la civilización que venía con el hombre blanco.

No debí ser benevolente. Debí matarlos a todos.


Notas:

  • La historia del engaño a los colonizadores ingleses fue verdad, y es una historia fascinante: Settlers duped by ‘land of milk and honey’ con: From the archive, 25 October 1823. En este hilo en Twitter lo resumí un poco. 
  • En este cuento sobre Gonzalo Jiménez de Quesada (fundador de Santa Fé de Bogotá) recrea también el motivo de la maldición de esas épocas, pero desde la perspectiva del perpetrador. 
  • En este se da la génesis para un cuento mayor sobre el esclavismo. 
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19 Ago 2017

Ultreia

De la Wikipedia…

Ultreia o ultreya (del latín ultra -más allá- y eia -interjección para mover-) es un saludo entre peregrinos del Camino de Santiago.1​ También sirve para animarse unos a otros en sus jornadas a pie por los Caminos a Santiago. Viene a significar «Vamos más allá», «Vaya adelante», «Date prisa, sigue adelante». En el presente es más común el de «¡buen Camino!«.

El «¡buen Camino!» es un mantra del peregrino. Se repite cuando nos encontramos, cuando sobrepasamos a alguno porque vamos con un paso más rápido, al despedirnos en las fondas o al decir adiós si suponemos que no nos volveremos a ver.

Utreia es más profundo, ahora que es más escaso. Y según me contaba José, El Fontanero, lo usan mucho los que vienen de vuelta de Santiago de Compostela, algo que es raro que alguien haga.  Quienes llegamos a Santiago tomamos un avión o un auto de vuelta a casa. Pero es un camino milenario, y esas opciones solo están disponibles hace menos de un siglo. ¿Qué hacían antes? ¡Devolverse por el mismo camino!

IMG_0728.jpgEsos caminantes que se devuelven son quienes nos dicen Ultreia.

Ultreia es potente, porque dice «yo lo hice, tu también puedes». Ultreia es la voz de la experiencia hablando: cuando nosotros vamos hay alguien que haya pasado por ahí, y te anima. «Santiago te espera, peregrino. Yo ya vengo de vuelta, y vengo a decirte que todo saldrá bien».

Rodearnos de personas que ya han recorrido el camino que vamos recorrer es bueno. Y mejor que te animen, que te digan que es posible. Y a veces, más que escuchar a sabios que indican cómo es El Camino (sea el que sea: profesionalmente, en los negocios, en la vida persona, en las aventuras de amor), necesitamos alguien que nos de un Ultreia, nada más.

Yo ya pasé por El Camino, y si se anima a hacerlo… ¡Ultreia, peregrino!

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15 Ago 2017

Transigir (o de la timidez de los árboles)

Hay un fenómeno interesante con algunas especies de árboles: en bosques tupidos y copas frondosas, los árboles procuran no tocar las ramas entre sí,  a lo que se le ha llamado «la timidez de los árboles» (que me parece el término más delicado y poético que se les ha podido ocurrir).

Según esa forma de verlo, el árbol se siente «temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo» (según la RAE) frente a sus congéneres, y ello hace que impida el crecimiento del follaje que pueda tocar a sus vecinos, dando lugar a bellísimas formas, aún a costa de su propio crecimiento.

Pero la realidad botánica es un poco menos romántica: el viento entre los árboles (que hoy aprendí que tiene un nombre igual de poético) genera un roce o abrasión que termina desestimulando el crecimiento de las ramas. Tanto tiempo, tanta colisión condicionan el crecimiento del árbol.

Así como ellos, los humanos crecemos condicionados por los límites con nuestros vecinos, expandiéndonos mientras podamos y estrechándonos cuando irrumpimos el espacio del otro. Un bosque está tupido porque todos crecen al tiempo y la inequidad para llegar a la luz se compensa natural, pero inexorablemente.

Pero tal vez no sea una cosa o la otra, tal vez no sea timidez ni aversión a la abrasión: tal vez sea la transigencia que viene con la sabiduría de los años.

La intolerancia humana podrá tener muchas razones que la excusen en términos evolutivos, pero si viviéramos milenios, si al final del tiempo nos descubiéramos inmortales, veríamos cómo moldearnos y darle espacio al crecimiento del otro era la forma para ser más altos, más grandes.

Como los árboles.

Amathia (o la inteligencia estúpida del intolerante letrado)

14 Ago 2017

Amathia (o la inteligencia estúpida del intolerante letrado)

En Reddit encuentro esto:

TIL about the concept of "amathia", a Greek term that roughly means "intelligent stupidity." This concept is used to explain why otherwise intelligent people believe and do stupid or evil things. "It is not an inability to understand but in a refusal to understand." from philosophy

Supongo que cuando alguien es «inteligentemente estúpido» es porque tiene una sinapsis muy bien conectada, pero un sistema de creencias que condiciona cualquier conclusión que salga de ese pensamiento.

Son gente bien informada, pero que decide ignorar algunos hechos a drede.

Como el presidente que dice que en los grupos nazis hay gente muy buena.

O quien desde una posición de poder a la cual ha llegado gracias a su inteligencia, decide ignorar la historia y los hechos y decir que la paz hay que destrozarla a pedacitos.

Con este tipo de personas no es posible sostener una conversación. Parafraseando el dicho, «no discutas con un estúpido… con su inteligencia-estúpida te llevarán a su nivel y entonces te ganarán por experiencia».

Paradójico que lo único que se pueda hacer contra la intolerancia que viene de este tipo de pensamiento sea ser intolerante.

https://twitter.com/pictoline/status/897260210644852737

La inteligencia-estúpida del intolerante puede ser abrumadora, y no debe ser tolerada. Qué lástima que no haya otra posibilidad.

El profesor Massimo Pigliucci describe aquí un poco más el concepto.

 

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13 Ago 2017

Arte y Empatía

No profesar una creencia religiosa no nos impide ver la belleza que trae el arte religioso como expresión emotiva de los sentimientos de las épocas.

Y el Cristo Muerto Sostenido por un Ángel (1475) de Antonello de Messina (1430 – 1479, Messina, Italia) es uno de esos ejemplos. Lo que me sorprende es la capacidad de generarnos empatía inmediata, como una especie de transferencia emocional directa, atravesando el tiempo y la distancia.

En «Theories of Art: From Impressionism to Kandinsky«, Moshe Barasch nos ayuda diferenciando dos tipos de empatía provocada por el arte: una, que es natural si a lo que reaccionamos es a lo que expresa la obra (como el estremecimiento que nos produce un Guernica); la otra es nuestra reacción a la forma como se presentan los elementos de la obra (así como reaccionamos a la belleza de una naturaleza muerta).

Barash lo describe así:

Captura de pantalla 2017-08-19 a la(s) 2.36.16 p.m.

Y eso me lleva a esta obra de Messina: hay algo en ella que combina ambos tipos de empatía. Podemos sentir el dolor del ángel al sostener a un Cristo realmente muerto (que es la emoción primaria que parece querer transmitir el autor), y una cantidad importante de elementos en la composición que estremecen cuando o detallamos (las calaveras dispersas, las cruces desmontadas del monte del calvario, los árboles cortados de donde salieron las cruces, la manta respetuosa de la intimidad de Cristo, el ángel que nunca toca su piel, el cabello y los rizos caídos aún húmedos del cristo y el ángel, su sangre casi coagulada y la expresión de muerte, por nombrar algunos).

Ambos modos de empatía en una sola obra.

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Cristo muerto sostenido por un ángel, Antonello de Messina 1475 – 1476. Técnica mixta sobre tabla, 74 x 51 cm.

Es asombroso como el ser humano puede ser impactado en tantos niveles, tanto con la belleza como el dolor, desde algo tan lejano como una representación artística.

Bien podría volverse el arte una religión, como se ha discutido tanto.

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12 Ago 2017

El Cisne Negro

Leyendo las 150 cosas que preocupan a las personas más inteligentes del mundo, encuentro a Nassim Taleb, de quien me había referido antes sobre tu teoría del sesgo del sobreviviente, quien contribuyó a la lista con algo que puedo resumir así:

Temo a los eventos cisne negro y el hecho de que sigamos basándonos en modelos que se ha demostrado que son fraudulentos.

Un evento Cisne Negro es impredecible, de gran impacto y una vez se ha hecho presente, se intenta explicar como algo que pudo ser previsto. Por ejemplo, Internet. O la caída de las Torres Gemelas. O la llegada de Trump a la presidencia.

El asunto es que estos eventos nos caen de sorpresa, lo que implica que no estamos preparados para ello. La historia regularmente se recicla, pero algunas veces entramos en terreno inexplorado, frente al cual los modelos que conocemos para resolverlos quedan obsoletos.

Lo preocupante es la forma como se explican a restrospectiva, porque históricamente cada explicación genera un nuevo «ismo»… una nueva creencia, una nueva facción, y hasta una nueva religión.

Y entiende uno por qué es algo que preocupa a gente tan inteligente.

Microcuento

11 Ago 2017

Cenotafio

Me pregunto qué clase de loco cree el guardían del cementerio que soy. Con su lentitud desesperante y su retahíla de preguntas acerca de mi salud, busca las llaves que abren la reja que lleva a las tumbas. Supongo que si no fuera el primero en llegar los sábados, me evitaría ese ritual.

Algunas personas hacen yoga, otras meditación trascendental o deporte.

Yo visito mi tumba aún vacía.

Hoy, como casi siempre, luce descuidada y llena de hierba. No he venido a limpiar, sino a vigilar la cuscuta, esa maldita maleza rosada parasitaria que resiste cualquier fumigación.

Esa maleza son mis miedos, que he sabido enterrar ahí, y que renacen de cuando en vez, de uno en uno y de lunes a domingo. Cada semana vuelvo a asegurarme que siguen confinados ahí: soy un hombre rico y feliz, pero paranoico.

«El loco de la tumba vacía», diría el guardián del cementerio.

«El guardián del cenotafio de los fracasos», diría yo.

 

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10 Ago 2017

No rompas la cadena: la otra cara del Costo Hundido

Hace unos días reflexionaba sobre la falacia del Costo Hundido, según la cual nuestra toma de decisiones se condiciona más por lo que hemos invertido que por lo que podríamos ganar: no compramos un nuevo auto porque, aunque el viejo ya está fallando, le hemos invertido mucho dinero. No nos divorciamos porque esos 15 años han requerido mucho tiempo y esfuerzo, aunque ya sea un infierno. No abrimos ese restaurante que soñamos porque ese título y esa maestría  se irían a la papelera de reciclaje. Así, mil ejemplos más.

En general, condicionamos nuestro futuro a lo que sentimos como «inversión» en el pasado.

Pero hay una forma distinta de verlo: el Costo Hundido nos puede ayudar a persistir en nuestras ideas y no abandonarlas tan fácil. Y esa es la técnica de Jerry Senfield.

Jerry (sí, el cómico proagonista de Senfield) cuenta que tiene un gran calendario que usa para presionarse a escribir. Lo que hace es marcar una gran X con un marcador rojo por cada día que escriba; como el calendario está en un lugar muy visible de su casa, todos los días se ve presionado a no dejar un espacio en blanco, a no romper la cadena de Xs.

Muchos dicen que ha sido la técnica de productividad que más les ha servido, lo cual tiene sentido: el peso visual de la cadena de X genera una especie de interés compuesto en nuestro balance, y que con un solo día se podría perder.

Aquí está la explicación (súper simple) de Jerry Senfield.

Aquí hay un calendario para imprimir (con generador de fechas y todo)

Y aquí una herramienta en línea (de miles que hay)

El haber invertido mucho en una idea, hace que persistamos en ella, y ese es el lado bueno de la falacia del Costo Hundido.

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9 Ago 2017

Interrupción

“si vamos a interrumpir más nos vale lograr que la atención lograda sea completa y consciente”Tweet This
“interrumpir al usuario para captar su atención es un método muy costoso”Tweet This
La publicidad por interrupción es muy común para promocionar productos del conocimiento, y si se hace bien, debería llamar la atención para generar una compra consciente (son muy pocos quienes compran información solo por impulso).

Pero resulta que la atención es un recurso escaso y selectivo.

Y la consciencia necesita atención. El problema es que la consciencia, que es un recurso que necesitamos para poder incorporar nuevos conocimientos, es una vía con un solo carril.

Aprender requiere consciencia de lo que estamos aprehendiendo (sí, con h intermedia), y para ello necesitamos fijar nuestra atención en el sujeto que nos da el conocimiento.

Las decisiones informadas de compra se dan únicamente cuando el comprador es consciente durante el proceso

Quienes trabajamos en la industria del conocimiento nos vemos en problemas para captar la atención de nuestro público precisamente porque sus niveles de atención no necesariamente van ligados a un nivel de consciencia suficiente para generar una intención real de compra. Por ello, interrumpir al usuario para captar su atención es un método muy costoso. La publicidad por interrupción, llámese banners, popups, notificaciones al celular, puede que funcionen un par de veces, pero su efectividad merma en la medida que quien lo recibe decide dejar de atender conscientemente.

No es igual empujar una venta que generar una intención de compra

Esto lo sabemos quienes vivimos en la industria de la venta de conocimiento: la intención de compra está más asociada a la credibilidad de marca y a un producto contundente que a tácticas de venta creativas. Puede que estas últimas funcionen, pero si no están sustentadas en la credibilidad de la marca, no hay recompra, el componente fundamental que da la posibilidad de ser consistentes en la entrega de información, que es de lo que vivimos quienes estamos metidos en esto.

Es importante ser muy selectivo en la forma en que vamos a interrumpir la atención de un prospecto. O mejor aún, hacerlo muy poco. Hacernos tan indispensables que ellos terminen comprándonos, sin necesidad de empujar la venta, de tal forma que las ocasiones en que interrumpamos su atención sea para aumentar nuestro acceso a su presupuesto y crecer en credibilidad. Siendo lo único disponible, si vamos a interrumpir más nos vale lograr que la atención lograda sea completa y consciente.

Hay que saber administrar esa atención lograda con sabiduría.

 

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Soy Juan Fernando Zuluaga, empresario colombiano en la industria del conocimiento y la tecnología (y últimamente en el sector cultural y gastronómico). Escribo sobre vida empresarial, innovación, mercadeo, algo de arte y muchos cuentos.

Aquí está mi última compilación de cuentos.

En este lugar pongo mis notas: ideas de negocio, pensamientos en borrador, pedazos de ensayos, citas a trabajos de otros y pequeños relatos (publicados y sin publicar).

Si le gusta un cuento, por favor cuénteme por alguna red social; o si alguna idea de negocios le produce dinero, me debe un café. En eso soy irreductible.

Aquí hay una reseña más amplia.


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Juan Fernando Zuluaga C. - Director Ejecutivo de Actualícese - Centro de Investigación Contable y Tributaria